sentir la luz que descubra mi casa,
abuela tejiendo el manto de los días más fríos, más lejanos
cuando volvía la sirena mostrando la dulce manzana
a la que estoy atado.
Para velar la paz de este sitio
soplo los polvos de las desgastadas ventanas que nos hacen
el liviano trino de los sauces.
Preguntas en qué ciudad se juntarán las líneas de la vida y de
y escucho la entrada del mar por la ventana que anuncia el
Soy un pequeño secreto esperando de la noche un baúl donde
un almendro de raíces profundas cuidando la fertilidad de mi
quiero la paz de este sitio.
Andar como cierta vez los amigos viajaron en los pechos de
dulces figuras deseosas de luz en los viñedos.
Hoy tendría pocas cosas que decir como si la verdad fuera este
reservado para tu alumbramiento.
Estoy atado a la manzana que atravesarán los dardos, las
Dispersas sobre las baldosas que unió el tiempo
están los peces huidizos de la luz,
está la cena por la que juntan panes como vidas los
que rondan la mesa servida.
Quiénes les descubrirán el rostro, quién tejió para ellos las
Estas paredes que sostuvieron el péndulo de las horas pasadas,
por los que encuentran el sitio perfecto para levantar la ciudad.
Por los altísimos puentes aparecidos en las noches,
escucho la canción de los esperanzados hombres, escucho el
Abren las puertas de un país que fundaron las luciérnagas.
Cantores, ¿quiénes les mostraron las luces de mi ciudad?.María Teresa Vera, también usted se detuvo ante las puertas
pesó el pez con su collar de legítimas perlas,
su mano y su anillo de luz azul,
ha vencido el miedo a las guardianas fieras
y nadie la olvida.
Mi abuelo la retuvo a la altura de su lecho, junto a San Juan
y usted volvió a sonreírle a todos.
Quién pudiera colocarle una palabra en su temblorosa boca,
quién creerá que usted no está extraviada, que anda
otorgando la entrada a la cena para sacrificar el pez.
No me alejes del camino que lleva al pozo colocado al final
para que no falte el arak libanés en las celebraciones.
Tú que has levantado torres, descubierto callejas por donde
Tú has escapado de las puertas del infierno, envejecido las
prendido fuego a los maderos en el horno de los panes,
ayúdame a no dejar que el viento frío entre en mi casa y
se adueñe de las vasijas que han llenado de miel los amigos.
Basta recuperar el mantel blanco, convocar a la lluvia, guardar
y no contar las monedas en los días húmedos.
Advierto que las sombras de tus labios están sobre los árboles.
Debe aparecer mi casa en cualquiera de estas calles desconocidas.
Debe aparecer en los minutos finales de la hoguera,
por la que hemos vencido el fuego de los planetas,
la luna sobre el diario de viaje.
Hazme sentir las manos y un vasto pecho donde cuidar a mi hijo.
Debe aparecer mi casa, tienes que haber levantado mi casa,
y abro el relicario de San Vicente de Paúl donde guardó mi
y abro mis puertas y no ha cesado la tormenta.