. Zu Galeria Fine Arts invita a Noches de Poesía con el escritor Orlando Rossardi, el Sábado, 31 de julio, a las 8pm, en el 2248 SW 8th Street, Miami, Fl 33135. La presentación a cargo del poeta Joaquín Badajoz, con la actuación especial del compositor y cantante Mike Porcel.
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FUNDACIÓN DEL CENTRO
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FUNDACIÓN DEL CENTRO
Dibujo de su casa de Coral Gables, realizado por Juan Ramón Jiménez.
Nota: El poeta Orlando Rossardi ha tenido la amabilidad de permitirnos publicar en este blog la Primera Parte de un largo poema en prosa, aún inédito, gesto que agradecemos.A Juan Ramón Jiménez por la estrofa de su Espacio y el fragmento de su Tiempo.
Y en un principio… fueron creadas las ciudades.
Yo te he hecho y te he puesto a andar conmigo. Te he cantado luego, y luego a un tiempo todo, se me han vuelto a ver los ojos de bien lejos los espacios que rutilan por tu fértil geografía; un cuerpo, muchos cuerpos en un solo vientre, las hendijas palpitantes que se meten con su fondo al fondo exacto del acaso, hasta el claro aquel donde se aclaran con su voz las sombras y las cosas, y me he puesto, en ese luego, de este ahora, a cantar por aceras y resquicios, tus portales a ojo suelto, las macetas que se cuelgan por sus flores… las mismas, repetidas, sembradas de ti misma; porque tú , ciudad, eres el canto, tú la perla misma que más brilla, el sueño que despunta en ti , tu tú más rutilante, la calma de toda la sed mía, el abrazo por el cuerpo de todos ellos, conque colmo las albricias y al que llego sin saber que no he salido de ti nunca en busca de otro cuerpo que no es otro que este cuerpo.
.En ti me quedo como se quedan tercos y ceñidos los recuerdos, parados en la imagen que tienen de ti las olas regando por tu orilla vientos y pisadas: ellas con pies y manos que sorben y resuelven con su andar y huir luego entradas y salidas. Los que fueron lejos a llevarte entre papeles viejos sus memorias siempre nuevas, por los libros y las rutas que acomodan el azoro y la sorpresa a las edades, ese ver volver de nuevo en los rincones, por fuentes y pasillos, por tejados y azoteas, por la huida de la tarde y el clamor de un nuevo día, por palabras como turbas que se cuelan fulminantes al oído y voces que dicen como sordas marejadas de ese allá de nuestra infancia. A mano el cariño una vez borrado de la mano, en nuestros dedos el sueño que un buen día rescató la espera, en su estocada el latir acumulado, el crujir de un rito que en ti, ciudad, -- siempre la misma, entera-- se asoma y vuelve a repetirse, una y otra vez, cada hoy con su mañana calle abajo y calle arriba en las esquinas.
.Y sin la espera hecha toda tú por andurriales en que vive y se sofoca la esperanza, por callejas en que suenan cariños y los besos de la brisa resurgiendo en hoy La Habana, en luego Madrid con sus vueltas y revueltas, las fontanas de Roma, las colinas de Praga, los dime y te diré de ese París que aun sueña con sus ojos acaramelados y el rostro de quien era; y mañana o más temprano las rosas de Múnich en las rosas de Sevilla, los parques de Estocolmo en aquellos de Santiago, el chileno San Yago o el otro que se guarda en su cuba de cobre, o también el otro al que se va y peregrina, sin más parque, sin más concha o sin bastón, solo con plazuelas en aquel salto de un pájaro como aquel otro de Londres que cantaba con la voz del otro de Ibiza o de Canarias. El mismo pío, el piar exacto que escuché en Milán o en la tumba de Poe, en Baltimore, a un salto del salto que dio el cuervo que canta ronco por el árbol de su parque cerrado y negro, como el parque con los muertos de Père Lachaise, de vivos muertos de tantas ciudades, Chopin, Wilde, Rossini, y los versos de Apollinaire y los cantos callejeros de Piaf, y del cholo de César, allí todos de muchas ciudades en el hueco abierto de esta ciudad, o el serio de Colón en mi Habana elegante, o el de La Almudena, con cantares de la otra tierra mía y que guarda el “polvo eres” de mi buen Romera, o el de La Recoleta, echando flores al vacío, en que parecen cantar de igual manera Carlos sus tangos, como en éste canta Rita sus boleros; todos cantando en coro y diciendo con Vallejo el dolor de todo lo que en el horno se nos quema; de éste y de aquel, un mismo jueves siempre el mismo jueves que todos conocemos. Y todos son el mismo todo, la misma seña, el todo igual que todo que en las calles anida, en los huecos del Muro de las Lamentaciones que lloran los cuerpos de los unos y los otros, las quejas de un Estrecho, las congojas de Bagdad y de Estambul que no se queja, los halagos de Boston, lejos, al borde del agua que se extiende por las aguas que la encierran: la ciudad nueva y la vieja rodeada como mi ciudad de columnas y pasillos, de agua y viento; viento que se alza a retozar por Barcelona y Bogotá , con sus bes todas iguales, con Amalia, la Amalia y no la Ofelia de mi historia que de una saltó a otra y se cuela entre las ruinas de esa misma verdadera historia: lo dije en un poema “cuando vuelvas, si es que vuelves…” Un poema, todos los poemas volando sus estrofas por las esquinas de Marsella, los rincones de Nápoles que se estiran hasta tocar los bordes del volcán, el mismo volcán que toca las puertas de José, el santo, el padre de Jesús el carpintero. El mismo Jesús de todos los tiempos, en mi Habana es Jesús del Monte y por otro lado la ciudad de Jesús María, cabecera del departamento de Colón, en Córdoba, en La Argentina… y muchas que repiten del nombre el nombre de María. La virgen grande, la que encanta las serpientes y luego las aplasta. La virgen negra de Regla, la aureola de San Agustín, el otro santo fundador de ciudades al lado de Hipona, con la cara tostada del obispo que la talla en ébano y la venera con su nombre en las reglas de su orden. La virgen al otro lado de la bahía, la enorme que acoge barcas y barcazas, que rodea la hermosa cara de mi ciudad.
.Porque sin querer te he hecho a mi imagen, la mía y la de Dios, con D rotunda y señora y grande de dar dolores y disgustos, los dolores todos de todos por igual que se acomodan a beber del mundo lo que el mundo les ofrece, en la ciudad bella con lo feo recostado, en la ciudad alta con lo bajo y con lo más menudo, la ciudad de casas llenas y cuadradas, las casas como suspiros a los que remite Juana, con sus sombreros enroscados y esa belleza de ella que encandila en aquel Montevideo echado al mar. Y el mar, el mismo mar que dije en su momento, haciendo los vestidos de todas las ciudades que se echan de esposo a las bravas aguas del océano. Porque -- sigo en el desfile—te he puesto en medio de mi vida para que devengas con ella en las formas todas de mi grande y fiera, y también dulce, ciudad de mis infancias y mis mayores: romana, griega y también la etrusca, la de las islas y las montañas, las estepas y los desiertos, la que flota por los mares y la que marcha en los caminos, la que se acumula por los libros conque un día, tirado al suelo, me puse a recorrerlas, ciudades, las viejas y las nuevas, siempre la una igual que todas ellas, con mi pequeño dedo justo y fijo, a verlas crecer en la imaginación que la imagen me coloreaba, a verlas vaciar en el espacio que llevaba para llenarlo todo con patios y flores, y adoquines y fuentes, y plazas y más plazas como las calles y los ríos de gente que tienen todos las ciudades de mi mundo conocido; el mundo que frecuento y que me cuento a cuentagotas cuando me echo a echarme por los ojos el sol y las caricias de un día azul de oro, o azuloro o platiluna cuando de noche brilla el cielo su mejor plata, como lo hace un día o tarde cariciante en cualquier lugar de cualquier lugar de esta tierra que vivo y me desborda. Sí, he de repetirme, te he hecho a piel de mi espejo, de mis espejos, en los que miro mi cara repetida, como se repiten las ciudades que transito y en el que leo un párrafo largo y sublimado, y hacia adentro, de Faulkner, o que recuerdo decir de Dylan y que antes puse en mis manos por los caminos rojiverdes de Vermont y de New Hampshire, de boca a Robert Frost que me daba a escoger entre una u otra vía, diciéndome al oido: “…two roads diverged in a wood, and I / I took the one less traveled by, / And that has made all the difference.”… y fue en ese entonces de Durham, como podría haber sido en un tiempo sin historia que entraron por mis ojos las calles todas una sola calle, como iguales de mi pueblo que sube a la ciudad mía y se le pega y se le encima, y se hace ella dueña de su espacio todo. Y claro, de allí salta y salta al mármol griego que Aldington cantara “apiádate de mi tristeza, / oh, silencio de Paros”, y claro, se acumula toda ella de puro imaginismo, las velas de Pound, los choferes de librea de Amy Lowell, en un Londres todo erecto y ya templado del grito del bufón de Marinetti. Y claro, todo en la ciudad de Tiro que es como si Nueva York saliera de culata por la espalda de una nueva fantasía: una imagen, la imagen total del día, otra imagen la imagen de Buenos Aires que es Atenas, que es Río, que es Washington más tarde, luego, con su pasión de ser centro y centro de los fondos más exactos, de los puentes, de aquellos que van y vienen, como que escapan por las aceras en Viena, en Caracas o en Moscú, saliendo de su fondo en la comparsa, a la carrera, lo mismo en San Marino que en São Paulo: la ciudad, todas a una, saliendo entera de su centro.
.ORLANDO ROSSARDI: (La Habana, 1938). En Cuba, antes de 1960 en que sale para España, colabora en revistas literarias y funda con René Ariza el cuaderno poético Cántico. A partir de entonces su obra poética y ensayística ha aparecido en multitud de revistas literarias en Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos de América. Estudia en las universidades de La Habana y Madrid y se doctora en la Universidad de Texas (EE.UU.) Ha sido profesor en las universidades norteamericanas de New Hampshire, Southern California, Texas, Wisconsin, Miami-Dade College y en los cursos de postdoctorado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Málaga, España.
Durante más de 20 años se dedicó a la radio y la televisión donde ha ejercido además de labores administrativas, como escritor y entrevistador de programas culturales. Ha publicado ensayo, teatro, cuento y poesía. Es Académico de Número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y Correspondiente de la Real Academia Española. Entre sus libros de ensayos se destacan los tres tomos de Teatro Selecto Hispanoamericano Contemporáneo (Escelicer Madrid, 1971), La última poesía cubana (Hispanova, Madrid, 1973), León de Greiff: Una poética de vanguardia (Ed. Playor, Madrid, 1974) y los seis tomos de Historia de la Literatura Hispanoamericana Contemporánea (Ministerio de Educación, Madrid, 1976) para la Universidad Nacional a Distancia. Muestra del teatro publicado del autor puede encontrarse en La Visita (Tespis, Virginia, 1997). Su obra poética se recoge en los libros El diámetro y lo estero (Agora, Madrid, 1964), Que voy de vuelo (Plenitud, Madrid, 1970), Los espacios llenos (Verbum, Madrid, 1991), Memoria de mí (Betania, Madrid, 1996), Los pies en la tierra (Verbum, Madrid, 2006), Libro de las pérdidas (Aduana Vieja, Valencia, 2008), Casi la voz (Aduana Vieja, Valencia, 2009) y Canto en la Florida (Aduana Vieja, Valencia, 2010). Las obras La Isla en su tinta (Verbum,2000), La pérdida y el sueño (Término, 2001), Remembering Cuba (Univ. of Texas Press, 2001), y Burnt Sugar / Caña Quemada (Free Press, 2006), Cuba per se (Universal, 2009) entre otras muchas, recogen muestras de su obra en poesía.
.En ti me quedo como se quedan tercos y ceñidos los recuerdos, parados en la imagen que tienen de ti las olas regando por tu orilla vientos y pisadas: ellas con pies y manos que sorben y resuelven con su andar y huir luego entradas y salidas. Los que fueron lejos a llevarte entre papeles viejos sus memorias siempre nuevas, por los libros y las rutas que acomodan el azoro y la sorpresa a las edades, ese ver volver de nuevo en los rincones, por fuentes y pasillos, por tejados y azoteas, por la huida de la tarde y el clamor de un nuevo día, por palabras como turbas que se cuelan fulminantes al oído y voces que dicen como sordas marejadas de ese allá de nuestra infancia. A mano el cariño una vez borrado de la mano, en nuestros dedos el sueño que un buen día rescató la espera, en su estocada el latir acumulado, el crujir de un rito que en ti, ciudad, -- siempre la misma, entera-- se asoma y vuelve a repetirse, una y otra vez, cada hoy con su mañana calle abajo y calle arriba en las esquinas.
.Y sin la espera hecha toda tú por andurriales en que vive y se sofoca la esperanza, por callejas en que suenan cariños y los besos de la brisa resurgiendo en hoy La Habana, en luego Madrid con sus vueltas y revueltas, las fontanas de Roma, las colinas de Praga, los dime y te diré de ese París que aun sueña con sus ojos acaramelados y el rostro de quien era; y mañana o más temprano las rosas de Múnich en las rosas de Sevilla, los parques de Estocolmo en aquellos de Santiago, el chileno San Yago o el otro que se guarda en su cuba de cobre, o también el otro al que se va y peregrina, sin más parque, sin más concha o sin bastón, solo con plazuelas en aquel salto de un pájaro como aquel otro de Londres que cantaba con la voz del otro de Ibiza o de Canarias. El mismo pío, el piar exacto que escuché en Milán o en la tumba de Poe, en Baltimore, a un salto del salto que dio el cuervo que canta ronco por el árbol de su parque cerrado y negro, como el parque con los muertos de Père Lachaise, de vivos muertos de tantas ciudades, Chopin, Wilde, Rossini, y los versos de Apollinaire y los cantos callejeros de Piaf, y del cholo de César, allí todos de muchas ciudades en el hueco abierto de esta ciudad, o el serio de Colón en mi Habana elegante, o el de La Almudena, con cantares de la otra tierra mía y que guarda el “polvo eres” de mi buen Romera, o el de La Recoleta, echando flores al vacío, en que parecen cantar de igual manera Carlos sus tangos, como en éste canta Rita sus boleros; todos cantando en coro y diciendo con Vallejo el dolor de todo lo que en el horno se nos quema; de éste y de aquel, un mismo jueves siempre el mismo jueves que todos conocemos. Y todos son el mismo todo, la misma seña, el todo igual que todo que en las calles anida, en los huecos del Muro de las Lamentaciones que lloran los cuerpos de los unos y los otros, las quejas de un Estrecho, las congojas de Bagdad y de Estambul que no se queja, los halagos de Boston, lejos, al borde del agua que se extiende por las aguas que la encierran: la ciudad nueva y la vieja rodeada como mi ciudad de columnas y pasillos, de agua y viento; viento que se alza a retozar por Barcelona y Bogotá , con sus bes todas iguales, con Amalia, la Amalia y no la Ofelia de mi historia que de una saltó a otra y se cuela entre las ruinas de esa misma verdadera historia: lo dije en un poema “cuando vuelvas, si es que vuelves…” Un poema, todos los poemas volando sus estrofas por las esquinas de Marsella, los rincones de Nápoles que se estiran hasta tocar los bordes del volcán, el mismo volcán que toca las puertas de José, el santo, el padre de Jesús el carpintero. El mismo Jesús de todos los tiempos, en mi Habana es Jesús del Monte y por otro lado la ciudad de Jesús María, cabecera del departamento de Colón, en Córdoba, en La Argentina… y muchas que repiten del nombre el nombre de María. La virgen grande, la que encanta las serpientes y luego las aplasta. La virgen negra de Regla, la aureola de San Agustín, el otro santo fundador de ciudades al lado de Hipona, con la cara tostada del obispo que la talla en ébano y la venera con su nombre en las reglas de su orden. La virgen al otro lado de la bahía, la enorme que acoge barcas y barcazas, que rodea la hermosa cara de mi ciudad.
.Porque sin querer te he hecho a mi imagen, la mía y la de Dios, con D rotunda y señora y grande de dar dolores y disgustos, los dolores todos de todos por igual que se acomodan a beber del mundo lo que el mundo les ofrece, en la ciudad bella con lo feo recostado, en la ciudad alta con lo bajo y con lo más menudo, la ciudad de casas llenas y cuadradas, las casas como suspiros a los que remite Juana, con sus sombreros enroscados y esa belleza de ella que encandila en aquel Montevideo echado al mar. Y el mar, el mismo mar que dije en su momento, haciendo los vestidos de todas las ciudades que se echan de esposo a las bravas aguas del océano. Porque -- sigo en el desfile—te he puesto en medio de mi vida para que devengas con ella en las formas todas de mi grande y fiera, y también dulce, ciudad de mis infancias y mis mayores: romana, griega y también la etrusca, la de las islas y las montañas, las estepas y los desiertos, la que flota por los mares y la que marcha en los caminos, la que se acumula por los libros conque un día, tirado al suelo, me puse a recorrerlas, ciudades, las viejas y las nuevas, siempre la una igual que todas ellas, con mi pequeño dedo justo y fijo, a verlas crecer en la imaginación que la imagen me coloreaba, a verlas vaciar en el espacio que llevaba para llenarlo todo con patios y flores, y adoquines y fuentes, y plazas y más plazas como las calles y los ríos de gente que tienen todos las ciudades de mi mundo conocido; el mundo que frecuento y que me cuento a cuentagotas cuando me echo a echarme por los ojos el sol y las caricias de un día azul de oro, o azuloro o platiluna cuando de noche brilla el cielo su mejor plata, como lo hace un día o tarde cariciante en cualquier lugar de cualquier lugar de esta tierra que vivo y me desborda. Sí, he de repetirme, te he hecho a piel de mi espejo, de mis espejos, en los que miro mi cara repetida, como se repiten las ciudades que transito y en el que leo un párrafo largo y sublimado, y hacia adentro, de Faulkner, o que recuerdo decir de Dylan y que antes puse en mis manos por los caminos rojiverdes de Vermont y de New Hampshire, de boca a Robert Frost que me daba a escoger entre una u otra vía, diciéndome al oido: “…two roads diverged in a wood, and I / I took the one less traveled by, / And that has made all the difference.”… y fue en ese entonces de Durham, como podría haber sido en un tiempo sin historia que entraron por mis ojos las calles todas una sola calle, como iguales de mi pueblo que sube a la ciudad mía y se le pega y se le encima, y se hace ella dueña de su espacio todo. Y claro, de allí salta y salta al mármol griego que Aldington cantara “apiádate de mi tristeza, / oh, silencio de Paros”, y claro, se acumula toda ella de puro imaginismo, las velas de Pound, los choferes de librea de Amy Lowell, en un Londres todo erecto y ya templado del grito del bufón de Marinetti. Y claro, todo en la ciudad de Tiro que es como si Nueva York saliera de culata por la espalda de una nueva fantasía: una imagen, la imagen total del día, otra imagen la imagen de Buenos Aires que es Atenas, que es Río, que es Washington más tarde, luego, con su pasión de ser centro y centro de los fondos más exactos, de los puentes, de aquellos que van y vienen, como que escapan por las aceras en Viena, en Caracas o en Moscú, saliendo de su fondo en la comparsa, a la carrera, lo mismo en San Marino que en São Paulo: la ciudad, todas a una, saliendo entera de su centro.
.ORLANDO ROSSARDI: (La Habana, 1938). En Cuba, antes de 1960 en que sale para España, colabora en revistas literarias y funda con René Ariza el cuaderno poético Cántico. A partir de entonces su obra poética y ensayística ha aparecido en multitud de revistas literarias en Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos de América. Estudia en las universidades de La Habana y Madrid y se doctora en la Universidad de Texas (EE.UU.) Ha sido profesor en las universidades norteamericanas de New Hampshire, Southern California, Texas, Wisconsin, Miami-Dade College y en los cursos de postdoctorado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Málaga, España.
Durante más de 20 años se dedicó a la radio y la televisión donde ha ejercido además de labores administrativas, como escritor y entrevistador de programas culturales. Ha publicado ensayo, teatro, cuento y poesía. Es Académico de Número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y Correspondiente de la Real Academia Española. Entre sus libros de ensayos se destacan los tres tomos de Teatro Selecto Hispanoamericano Contemporáneo (Escelicer Madrid, 1971), La última poesía cubana (Hispanova, Madrid, 1973), León de Greiff: Una poética de vanguardia (Ed. Playor, Madrid, 1974) y los seis tomos de Historia de la Literatura Hispanoamericana Contemporánea (Ministerio de Educación, Madrid, 1976) para la Universidad Nacional a Distancia. Muestra del teatro publicado del autor puede encontrarse en La Visita (Tespis, Virginia, 1997). Su obra poética se recoge en los libros El diámetro y lo estero (Agora, Madrid, 1964), Que voy de vuelo (Plenitud, Madrid, 1970), Los espacios llenos (Verbum, Madrid, 1991), Memoria de mí (Betania, Madrid, 1996), Los pies en la tierra (Verbum, Madrid, 2006), Libro de las pérdidas (Aduana Vieja, Valencia, 2008), Casi la voz (Aduana Vieja, Valencia, 2009) y Canto en la Florida (Aduana Vieja, Valencia, 2010). Las obras La Isla en su tinta (Verbum,2000), La pérdida y el sueño (Término, 2001), Remembering Cuba (Univ. of Texas Press, 2001), y Burnt Sugar / Caña Quemada (Free Press, 2006), Cuba per se (Universal, 2009) entre otras muchas, recogen muestras de su obra en poesía.
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'Leyenda inesperada: “dulce como la luz es el amor”, y esta Nueva York es igual que Moguer, es igual que Sevilla y que Madrid.´ ....,,,,,,,,,,,,,,,,,.JRJ, Espacio
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