lunes, 24 de noviembre de 2008

¿“HISPANOS” O “LATINOS”, QUÉ SOMOS?

Nota: La publicación reciente de la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos ha reavivado la polémica sobre un tema que nos parece muy importante en el contexto de un país, que en el ultimo proceso electoral se ha visto obligado a considerar los factores étnicos y raciales como elementos gravitantes en el proceso democrático. Este trabajo del profesor Hidalgo nos parece esclarecedor y de muy útil consulta.

Por Narciso J. Hidalgo.
En 1933 Eric Voegelin con su History of the Race Idea: from Ray to Carus se proponía descalificar las teorías raciales de su tiempo. A decir del pensador alemán tales propuestas ofrecían una imagen de destrucción y confusión inexplicables. Por eso afirmaba que "El hombre, como entidad espiritual y sustancia histórica, de ningún modo puede ser explicado por algo que es inferior a su condición como hombre, esto es, por su fisonomía” (Voegelin, 23-24).
Si para la crítica ha sido sorprendente que estas ideas fueran publicadas en el marco de la efervescencia nazi-fascista, cuando el Partido Nacional Socialista Alemán, respaldado por fuertes grupos industriales, conseguía en las urnas más de 14 millones de votos y Hitler era nombrado Canciller; aún más extraordinario es que tres cuartos de siglo después el fenotipo siga siendo una problemática social y una cuestión política en las sociedades contemporáneas, incluso en las llamadas del primer mundo.

ANTECEDENTES:
En sus orígenes la idea de raza estuvo asociada con la imagen que del ser humano ofreció el Cristianismo, y su paulatino desarrollo hacia formas paganas (Voegelin, 4). Sin embargo, no es hasta el siglo XVIII con las doctrinas de la Ilustración y el afán de recopilar el conocimiento humano, que imponen las exigencias científicistas de la época, que surgen métodos cuyo fundamento es la clasificación. El hombre, tratado entonces como especie, es clasificado y dividido en categorías o razas atendiendo a su tipo y localización. Así por ejemplo, Johann Fredrich Blumenbach establecía en 1776 cinco clasificaciones: caucásica o europea, mongólica, malaya, etíope (negra) y americana.
Lo frágil y convencional de la división de Blumenbach motivo a otros estudiosos a continuar sus investigaciones. El anatomista y antropólogo sueco Adolf Retzius a finales del siglo XIX propone una nueva clasificación basando las diferencias raciales en las proporciones del cráneo. De este modo se comenzó a hablar de braquicéfalos y dolicocéfalos, etc. Sin embargo, era evidente que las diferencias observadas anatómicamente destacaban cuestiones de detalles, pero no legitimaban una división sustancial.
El afán de clasificación probablemente condujo al francés Alphonse Bertillon a crear el primer método de identificación criminal, el sistema Antropométrico. Puesto en marcha en 1882, consistía en medir las proporciones anatómicas de las distintas partes de la cara, la cabeza y el cuerpo humano y establecer un inventario de medidas y descripciones físicas que permitirían identificar a cada criminal. A medida que avanzaron los conocimientos médicos y antropológicos se fue poniendo de relieve que las diferencias en el fenotipo se debían en gran medida a los procesos de adaptaciones al medio en que cada grupo humano se ha desenvuelto. Este, sin embargo, no fue el común modo de pensar de las sociedades europeas y mucho menos el que se ha tenido en cuenta en este continente, donde el color de la piel ha servido como paradigma de un complejo proceso de estratificación social que ha operado siempre en detrimento de la población mestiza y negra.

MESTIZAJE Y CATEGORÍAS RACIALES:
El alcance de este fenómeno en las sociedades iberoamericanas, con frecuencia soslayado por los estudiosos, se debió no sólo al sistema de castas y la pureza de sangre que desde la Edad Media habían estratificado a las sociedades de la Península Ibérica. El amplio mestizaje que comienza en América desde el momento en que llegan los primeros colonizadores, fue el resultado de las nuevas condiciones de vida que impusieron, en su afán de poblar. El mestizaje fue además, consecuencia de los intereses de la corona del siglo XVI que con regulaciones y ordenanzas buscaba afianzar a los colonos en los nuevos territorios conquistados. Así por ejemplo en Real Cédula emitida el 14 de Enero de 1514 se autorizaban en Cuba los matrimonios inter-raciales en los siguientes términos:
Es nuestra voluntad que los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con indios como con naturales de estos Reinos e españoles nacidos en las Indias, y que en esto no se ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiere dado... pueda impedir el matrimonio entre los indios e tengan entera libertad de casarse indias con españoles, y que todos con quien quisieren, y nuestras Audiencias procuren que así se guarde e cumpla (Marrero, I-200)
Los matrimonios mixtos así como los amancebamientos o uniones al margen de las normas religiosas fueron frecuentes en todo el continente a partir de mediados del siglo XVI, fenómeno que se ha extendido hasta nuestros días.
El otro factor humano que forma parte esencial en la ecuación mestizaje americano fue el esclavo. La aceptación de la esclavitud negra para los españoles del siglo XVI es un hecho natural, si se tiene en cuenta que en 1492 ya existían en Sevilla alrededor de 3,000 esclavos de origen africano. Para los conquistadores y colonos españoles, la esclavitud negra representó una alternativa que ofrecía hombres de mayor capacidad, resistencia y condiciones de adaptación para el trabajo forzado. Los historiadores estiman que nueve millones y medio de esclavos negros fueron transportados a este continente. La población negra, objeto también de intercambios sexuales, no sólo con elementos de origen europeo, sino también con la población indígena creó un rosario social desconocido en las colonias británicas de América.
De este modo a la estructura piramidal de la sociedad colonial donde los peninsulares y criollos blancos ocupaban la cúspide, vino a añadirse una larga lista de población mestiza, ubicada en la parte baja de dicha pirámide. A tales propósitos la pigmentación de la piel funcionó como un “termómetro” que clasificaba a las personas e implícitamente medía el nivel de recepción que podía recibir del resto de la sociedad. En la medida que alguien lograba que el color de su piel se asemejara al del blanco podía tener una mayor “aceptación” y viceversa. La tabla diseñada por las autoridades coloniales en el siglo XVIII para clasificar a la población de sus territorios en América fue como sigue:

De español y de india nace mestiza.
De español y mestiza nace castiza.
De español y castiza torna a español.
De español y negra sale mulato.
De español y mulata sale morisca.
De morisco y española sale albino.
De albino y española nace torna atrás.
De mulato e india nace carpamulato.
De carpamulato e india sale jíbaro.
De negro e india sale lobo.
De lobo e india sale cambuja.
De indio y cambuja nace sambahiga.
De mulato y mestiza nace cuarterón.
De cuarterón y mestiza nace coyote.
De coyote y morisca nace albarazado.
De albarazado y salta a atrás nace tente en el aire.
De mestizo con india nace cholo.
De negro con mulata nace zambo.

Ciertamente, si desde el punto de vista legal -ya iniciado el siglo XX- estas categorías devienen obsoletas, también es cierto que, la sociedad como parte de sus costumbres y creencias, ha mantenido una actitud clasificatoria y con ellas ha perpetuado el espíritu de segregación racial.
Hoy sabemos que las razas, o mejor, los grupos humanos se diferencian sólo por una serie de rasgos físicos que se transmiten genéticamente, como parte de la herencia o "pedigrí" familiar. Debajo de la pigmentación de la piel y de los rasgos físicos, que por así decirlo, saltan a la vista, las diferencias atienden más a criterios de carácter cultural, en particular la lengua y la forma de vida -condicionada por factores económicos y sociales- que a cuestiones raciales.
No obstante, con la Modernidad y el desarrollo de los valores individuales, esas diferencias han sido objeto de manipulación y encubrimiento. Así por ejemplo, en las repúblicas latinoamericanas el estado se apropia del imaginario social que impone en sus respectivos países. El binomio raza-estado queda definido cuando a principios del siglo XIX los criollos ricos y los terratenientes se erigen como gobernantes o caudillos, e imponen un discurso que proyecta al grupo de poder: el criollo blanco “ilustrado”, como tipo y paradigma, excluyendo del contrato social al resto de la sociedad.
Ese discurso cultural de la nación -testimonio documentado de la clase dominante-, se proyecta como un discurso dual: una de sus voces habla por ejemplo de la mexicanidad, del rescate de los valores culturales, y de la importancia de las comunidades indígenas. La otra voz, usa esos valores, que intrínsecamente rechaza, para discriminar en favor de una elite: el criollo de origen europeo que ha impuesto su identidad y sus expresiones culturales como “modelo y discurso de la nación” y que ha marginando sistemáticamente al resto de la sociedad. Habría sólo que preguntarse si ¿Tienen los negros de Cuba, Brasil o Perú una representación significativa en sus respectivas naciones? ¿Están representadas las culturas indígenas en las plataformas sociopolíticas de las naciones norte y centroamericanas? ¿Están debidamente representadas las minorías étnicas en México o Bolivia? Las respuestas a estas interrogantes exceden los propósitos de este trabajo. No obstante, el carácter socio-político que encierra implícitamente el concepto de raza, impone establecer algunas consideraciones al respecto.
En las naciones americanas, desde el río Bravo hasta la Patagonia, con el doce de Octubre se celebra el día de "la raza" o día de la hispanidad, tomándose como referencia el encuentro de grupos étnicos y culturas que tiene lugar en 1492. Sin embargo, no se ha tenido en cuenta el error conceptual que encierra esa idea, cuando en realidad la presencia de los españoles sólo consiguió agregar un elemento más al conflicto étnico y social que existía entre las diferentes sociedades indígenas precolombinas. En nuestras naciones a nadie se le ocurriría decir que es hispano. Como tampoco ningún español se definiría como tal. ¿Es la hispanidad una raza en Hispanoamérica? Pienso que no. Lo que existe en nuestros países son conciencias nacionales. Nos definimos en términos de identidad, por tanto, decimos que somos mexicanos, argentinos, uruguayos o colombianos, catalanes o vascos, pero no hispanos. El concepto de raza hispana no existe. Es un error conceptual que reduce la diversidad a un solo componente. ¿No es la población indígena Maya-Quiché oriunda de Guatemala? Sería ofensivo preguntarle a un indígena guatemalteco si es hispano. ¿El concepto y la celebración de la hispanidad no excluyen a la población indígena de este continente? La hispanidad, en la forma que se ha tratado, es una realidad estrictamente norteamericana. La plataforma económica y social de los Estados Unidos es la que nos permite hablar de identidad hispana. Por tanto, el único país donde existe el “hispano” es en los Estados Unidos. De ahí que los censos de población en este país engloben a la población de origen latinoamericana residente en Estados Unidos bajo la denominación: “raza hispana”.
Recientemente, la propuesta de algunos teóricos en relación con la presencia "hispana" en los Estados Unidos, ha sido distanciar el significado de esta celebración de sus connotaciones asociadas con el mal llamado descubrimiento de América. ¿Por qué? En primer lugar, es obvio que el contexto y las implicaciones de esta celebración cambian. Parte de la tradición social norteamericana ha sido tratar a las personas como individuos, quizás a los afro americanos -desde el comienzo- se les ha tratado como grupo. Esto podría explicar la conciencia comunitaria que en este sentido ha manifestado la población afro norteamericana en su confrontación social con el establishment y el resto de la sociedad. Los "hispanos", en tanto, comienzan a ser grupo como resultado de la masiva y constante emigración y por las dificultades comunes que deben enfrentar. Quizás sean los Estados Unidos el único país donde esa diversidad de tipos, de acentos y particularidades culturales, esa amalgama -como habría dicho Fernando Ortiz- se condensa, y se simplifica como resultado del devenir y la confrontación con la cultura dominante norteamericana. Esas diferencias y esos matices culturales, en realidad, se obvian cuando los llamados "hispanos" provenientes de todas las latitudes confrontan los mismos problemas y tienen ante si la misma problemática social y económica. Las particularidades de la identidad cultural se subordinan a los imperativos generales de la comunidad y se empieza de este modo, a crear una conciencia colectiva, que al margen del color de la piel, del acento o de las particularidades de cada región, vela -de cierta forma- por los intereses comunes del grupo. Y esa amalgama que podría verse artificial en nuestros países de origen, incluso ridícula, aquí tiene su razón de ser, y por tanto, aquí ha comenzado a funcionar.
De este modo, los problemas económicos y sociales que hoy afectan a los emigrantes de origen mexicano en California, podrían mañana afectar también a los dominicanos, a los centroamericanos y a los cubanos en otros estados, por mencionar sólo algunos grupos. Y estas circunstancias -exclusivas en este ámbito social- han determinado que esa colectividad plural y diversa se erija como grupo.
Históricamente, el vínculo de los “hispanos” con los Estados Unidos no es nuevo, si se tiene en cuenta la larga asociación de los mexicanos con éste país, que data de más de trescientos años. Sin embargo, sí es una consecuencia directa de la eclosión que tiene lugar en la sociedad norteamericana a partir de la década de 1940. Primero, el programa de braceros que emplea a mexicanos para trabajar en el campo, y el ingreso masivo de puertorriqueños que laboran en las fábricas y que reemplazan a la población masculina que va a la guerra. Luego vendrán sucesivamente oleadas de cubanos, dominicanos, centroamericanos, venezolanos, colombianos, argentinos y siempre mexicanos. No sería por tanto desacertado afirmar que Estados Unidos ha contribuido a crear una cultura nueva: la Cultura latina.

LA VOZ LATINO:
En un intento de retomar el pensamiento bolivariano y cohesionar las naciones suramericanas José María Torres Caicedo (1830-1889) publica en París en el año 1865 su estudio Unión Latino-Americana. Pensamiento de Bolívar para formar una liga Americana. El pensador bogotano refiriéndose a la América no anglo sajona usa en varias ocasiones las expresiones “estados latino-americanos” (16), “la América-latina” (14) y “las repúblicas de América latina” (18).
Cuando se produce la invasión de los franceses a México (1862-67), el impacto entre los intelectuales hispanoamericanos y en la sociedad civil provocó una reacción patriótica que hizo un llamado a la unión panamericana para combatir “el nuevo espíritu de conquista nacido de la industrialización”. (Morales Pérez, 19). En estos textos, donde se repudia el expansionismo francés encubierto con una máscara de civilización y progreso, la voz “latino” adquiere una significación más precisa. Así por ejemplo, Francisco Bilbao (1823-1865), en un documento titulado “La América en peligro” publicado en Buenos Aires en 1863, ataca lo que él llamó la Francia civilizadora. En un fragmento donde advierte del peligro de la invasión francesa a las jóvenes naciones de la América hispana, refiriéndose a los mexicanos los denomina “raza latina” (55). En otro documento, “Emancipación del espíritu en América” publicado en Buenos Aires el mismo año, el pensador chileno expresa su repudio cuando exclama: “!Atrás la Francia imperial, personificación de la hipocresía y de la perfidia hipócrita; pues se llama protectora de la raza latina para someter a su régimen de explotación pérfida…!” (El énfasis es mío, López-Muñoz, 109).
Unos años después, en 1869, el mexicano Francisco de Paula Arrangoíz y Berzabal (1812-1899) en sus “Apuntes para la historia del Segundo Imperio Mexicano”, publicados en la ciudad de México dice: …[Napoleón III] favorecía los proyectos del doctor Gwin para llevar a México una colonización de la raza invasora; que por consiguiente la facilitaba los medios para continuar su marcha, de someter a la raza latina, de exterminar a la india (El énfasis es mío, 619). Esto es, el término latino se define en el contexto de una invasión foránea y en ese marco tiene como objetivo distinguir al hispanoamericano de lo angloamericano y lo europeo.
La labor del mexicano José Vasconcelos (1881-1959) en la elaboración de una raza mestiza, que engloba a toda la población iberoamericana de este continente: “La raza cósmica”, ha debido también pesar entre los intelectuales, que han dado cabida a lo que hoy entendemos y conocemos como Latinos. Esto es, la raza cósmica y la raza latina tienen como esencia el mismo origen y son conceptualmente construcciones sociales inclusivas en lo que a diversidad, tipología y costumbres se refiere.
No obstante, se trata de delimitar un término que se ha usado indistintamente con la palabra hispano, en un contexto fronterizo -los Estados Unidos- donde el español y el inglés se mezclan interpretándose sus significados de formas diversas.
Es preciso destacar que en el discurso político que inician las organizaciones de activistas chicanos y puertorriqueños en los años sesenta durante el movimiento por los derechos civiles que encabeza el Dr. Martin Luther King Jr., resurge el término latino, como una expresión de autorreferencia generada en el seno de la comunidad, y como alternativa al término “Hispanic” o “hispano”, que las instituciones en los Estados Unidos emplean en los estudios demográficos y en algunos ejercicios de poder del estado. Hay que subrayar que la forma en que las instituciones emplean estos vocablos tiende a “construir” -desde el punto de vista discursivo- y por tanto a homogeneizar a una comunidad heterogénea en relación con su origen nacional, así como en términos de genero, clase y etnicidad.
A parte de su especificidad socio-política en los Estados Unidos, el vocablo latino hace referencia a un proceso cultural que no solamente se ha gestado dentro de las comunidades de inmigrantes latinoamericanos en este país, sino que es además una manifestación del carácter transcultural y transnacional de las culturas latinoamericanas.

LOS LATINOS EN LOS ESTADOS UNIDOS:
En las culturas nacionales cuando el aparato estatal se refiere a la nación, cuando habla del pueblo, busca expresar conceptos e ideas que mejor lo definen, digamos como colombianos o mexicanos, por sólo mencionar dos ejemplos. Es así que los políticos hablan del pueblo colombiano o de la sociedad mexicana, otorgándoles un “valor” de colombianidad o mexicanidad relativos a la nación, que se subscribe -a veces erróneamente- a los límites que enmarca la frontera del país, y no a los que sustentan la cultura en cuestión. Se trata, no obstante, de la homogeneidad de un vasto grupo social que se inscribe mayoritariamente dentro de los parámetros de un esquema estatal.
Es preciso entender lo latino como un proyecto que no está enraizado en una agenda estatal o nacional, y por tanto en un ámbito geográfico específico. Podría afirmarse que lo latino ha existido desde finales del siglo XIX como proyecto cultural, en la medida que los intercambios culturales, los avances tecnológicos, los procesos económicos y la formación de comunidades de emigrantes latinoamericanos en el extranjero han contribuido a fomentar un discurso Pan-latinoamericano. Los sedimentos de esta propuesta pueden encontrarse en el ideario de pensadores como Simón Bolívar (1783-1830) y José Martí (1853-1895); contenida fundamentalmente en la “Carta profética sobre el futuro de las Repúblicas Hispanoamericanas” escrita por Bolívar en Kingston en 1815 y conocida más tarde como la “Carta de Jamaica”, y en el ensayo “Nuestra América” de Martí escrito en México en 1891.
Ese ideario puede también constatarse en el pensamiento de Francisco Bilbao (1823-1865) en sus ensayos “América. Idea de un congreso federal de las repúblicas” (1856); “Emancipación del espíritu en América” (1863) y “El evangelio americano” (1864). En las ideas de José Vasconcelos (1881-1959), elaboradas en La raza cósmica y en Ariel de José Enrique Rodó (1871-1917). De igual forma, puede constatarse ese espíritu panamericanista en el eco teórico de pensadores que han tenido menor difusión como son José María Torres Caicedo (1830-1889); Justo Arosemena (1817-1896); José Victoriano Lastarría (1817-1888); José Mármol (1818-1871); Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886) y Ramón Emeterio Betances (1827-1898). Más recientemente, esa propuesta puede apreciarse en algunos académicos e intelectuales en los Estados Unidos, como es el caso de Agustín Laó-Montes, entre otros. Los textos y los hechos que rodean a estos pensadores demuestran que la búsqueda y empeño por la unidad latinoamericana no ha sido solamente un cúmulo de sueños y buenas intenciones.
Con otras miras, habría que recordar los esfuerzos panamericanistas de los Estados Unidos en la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial. El contexto de la guerra exigía una especie de unanimidad de las Américas de cara a las potencias del “eje fascista”. Estos esfuerzos condujeron a establecer acuerdos de defensa mutua tratados comerciales, promovieron la fundación de la OEA y la creación de la Unión Panamericana.
Cuando se habla de identidad latina se está hablando principalmente de una identidad política y social en la que el sujeto -no las instituciones- se define como latino. Los latinos en los Estados Unidos constituyen una comunidad heterogénea cuya diversidad está condicionada por factores históricos, sociológicos, culturales, raciales y de procedencia.
Probablemente esa diversidad cultural y racial ha contribuido a que las relaciones de los latinos con las construcciones sociales y raciales imperantes en los Estados Unidos, no hayan sido satisfactorias. En gran medida, la confrontación con la sociedad dominante ha sido leitmotiv de innumerables estudios que desde una perspectiva antropológica, literaria, social, o socio-cultural buscan subrayar la identidad e importancia de los latinos en los Estados Unidos.
En nuestros días, las esferas de poder político y económico están conscientes de la importancia y el peso específico de la comunidad latina dentro de la sociedad norteamericana. Los políticos hablan a los latinos como grupo y tienen muy en cuenta el poder del voto de esta comunidad. Por otra parte, cuando se diseña una campaña electoral para toda la nación, en California o en la Florida, parte de la publicidad se realiza en español.
Los latinos tampoco son ajenos a las esferas de poder económico. La capacidad adquisitiva de los latinos es evidente y las estrategias de las campañas publicitarias de muchos de los productos tienen muy en cuenta el gusto y las preferencias de esta comunidad. La música, la comida y muchos cantantes, actores y actrices han entrado a ser parte del discurso cultural de la nación. Y curiosamente, grandes compañías como Sony o Columbia Records han comenzado a producir y “enlatar” la Cultura latina para venderla a los países latinoamericanos. Se ha creado una cultura nueva que, entre otras cosas, produce Salsa, Tex-Mex y Quebraditas y que comienza a reconocerse en todo los Estados Unidos, Latinoamérica -con todo lo que ello implica- y el resto del mundo, como resultado del quehacer de los latinos en Norteamérica. Hoy, el crecimiento y desarrollo de ciudades como Miami, Houston, San Antonio y Los Ángeles hablan del empuje y de la capacidad de trabajo de esa comunidad. Sin embargo, es preciso aclarar que los latinos constituyen una comunidad heterogénea cuya diversidad está condicionada por factores históricos, sociológicos, culturales y de procedencia. Por tanto, reducir el concepto latino a una comunidad específica es un error.
Cuando ésta nación nos acogió y brindó las oportunidades que hoy ostentamos, los imperativos impuestos por el proceso de adaptación nos obligaron a agruparnos, a pesar de las diferencias a que antes me he referido. En esta nación existimos artificialmente como grupo, no como individuos y esa es la tarea más importante que todos y en especial las nuevas generaciones, tienen ante sí. No somos ajenos al estado, pero ¿estamos representados significativamente en la administración del estado? Nuestra comunidad estará debidamente representada en las esferas de poder de la nación cuando existan líderes altamente capacitados que puedan representarla. Es preciso entender que ser latino es una condición no un derecho, un tipo de cultura y no un atributo o un beneficio social.
Estaremos preparados para defender nuestros derechos cuando el trabajo y nuestra capacidad hablen por nosotros. Los que aspiren a cuotas, sin establecer sus derechos como individuos y se miren en el espejo de los menos favorecidos no llegarán a ser más que líderes canijos. Cuando nuestros oradores y nuestros líderes compartan el estrado del poder con otros dirigentes, deberán ser los más cultos, los más justos y ecuánimes, los de mayor entrega y mejor disposición para luchar por los derechos e intereses de la comunidad. Cuando llegue ese momento, no muy lejano en el horizonte de esta nación, entonces celebraremos el día doce de Octubre, como el Día de la Cultura latina, con el mismo orgullo y la misma cohesión con que los irlandeses celebran el diecisiete de Marzo, Día de San Patricio. Hasta entonces, el camino será de preparación consciente y de trabajo.

Narciso J. Hidalgo Ph.D.
University of South Florida St. Petersburg.

OBRAS CITADAS:
-Arrangoiz y Berzábal, Francisco de Paula de. México desde 1808 hasta 1867. 2da. Edición. México: Porrúa, 1968.
-Bilbao, Francisco. “La América en peligro” En Obras completas de Francisco Bilbao. Editor Manuel Bilbao. Buenos Aires: Imprenta de Buenos Aires, 1866. 2 Vols.
-La salvación de América. México: Centro de Investigación Científica Ing. Jorge L. Tamayo, A. C., 1995.
-Bolívar, Simón. “Carta profética sobre el futuro de las Repúblicas Hispanoamericanas” (Carta de Jamaica) en Augusto Mijáres. Doctrina del Libertador. Caracas, 1985.
-López Muñoz, Ricardo. La salvación de la América. Francisco Bilbao y la intervención francesa en México. México: Centro de investigación científica Ing. Jorge L. Tamayo, A. C., 1995, 109.
-Marrero, Levi. Cuba: Economía y sociedad. 15 Vols. Madrid: Playor, 1993. Vol. 1.
-Martí, José. Nuestra América. Caracas: Ayacucho, 1977.
-Rodó, José Enrique. Ariel; liberalismo y jacobinismo; ensayos. Estudio preliminar, índice biográfico, cronológico y resumen bibliográfico de Raimundo Lazo. México: Porrúa, 1968.
-Torres Caicedo, José María. Unión Latino-Americana. Pensamiento de Bolívar para fomentar una liga americana; su origen y sus desarrollos. París: Librería de Rosa y Bouret, 1865.
-Vasconcelos, José. La raza cósmica: misión de la raza iberoamericana, Argentina y Brasil. México: Espasa-Calpe, 1992.
-Voegelin, Eric. History of the Race Idea: from Ray to Carus. Baton Rouge: Louisiana State University Press, 1998.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero expresarme con mi major y amplia libertad. Para lo que voy a explicar, en realidad, no necesito un diccionario, pero seria muy importante consultar a un diccionario de idioma castellano sin la influencia de personas sin identidad. En primer lugar SOY AMERICANO!!! DE EL CONTINENTE AMERICA. Cuando yo hablo de un continente, estoy hablando de un territorio que abarca muchos paises. Si yo quisiera llarmarme "latino", en realidad podria decir que es por una influencia lenguistica, pero cuando este adjetivo calificativo se esta interponiendo en mi identidad, yo mismo deberia corigirme y decir, "No senor, yo no soy latino, soy Americano". Porque si el termino se poner por ensima de mi identidad "Americano", entonces significa que estamos hablando de un continente, el cual llevaria el nombre del continente "latino". Y si yo me hago llamar hispano o hispanic, seria casi lo mismo. Yo estoy viviendo en un continente que se llama "hispano" o "hispanic". El cual en ninguno de los tres casos tiene valides. No existe tales continentes: hispano, hispanic, latino. Por ende, no somos latinos, hispanos, o hispanics. Nosotros vivimos en un planeta tierra que esta compuesto de seis continentes. Uno de esos continentes se llama "America" y en ese continente, el idioma mas grande es el castellano. Despues, hay un pais que habla portugues, hay dos paises que hablan ingles y unos que hablan frances y ingles, pero en su gran majoria, predomina el castellano. Bien, como el idioma oficial de America es castellano, entonses, el adjetivo deberia ser, castellanenses, no hispanos, porque en America no se habla espanol. Tenemos que tomar en cuenta que la influencia de los adjetivos calificativos para degradarnos se los debemos a Estados Unidos. Ahora, si Estados Unidos se puso este nombre que es bastante ridiculo "Estados Unidos", que culpa tenemos nosotros los Americanos que este pais es un pais si nombre. Segun ellos, no tienen un nombre para llamarse en Ingles. Entonses, de alguna manera, se ven forcados a hacerse llamar "Americanos" y a lo mejor, no seria malo ya que es un pais sin nombre. Pero porque tratar de ponernos a nosotros nombres para rebajarnos, y hacerle creer al mundo que nosotros no somos nada. Senores, debemos luchar por nuestros principios, por nuestros valores, por nuestro lealtad y por nuestra idiosincrasia y defender nuestra identidad AMERICANOS. Espero que no usemos aprobaciones para ver si somos Americanos, si somos latinos, etc. ni tenemos que consultar a un diccionario. Nuestro continente se llama "America" y quienes viven en el o nacimos dentro de este continente somos Americanos.

Juan Plaza dijo...

Cuando el profesor Hidalgo hace referencia al manejo del termino "hispano" en la realidad social de los EE.UU. lo hace con gran claridad, exponiendo sucintamente lo inconveniente que es y como no responde a un grupo homogéneo, que existe pero en relación y confrontación a la cultura sajona y no porque en si misma constituya una unidad. Sin embargo, deseo manifestar algunas reflexiones y opiniones sobre otros aspectos, las cuales espero pueda ser de interés para los lectores.

Me permito discrepar en sobre su observación de que ni en España ni en la América hispana a nadie se le ocurriría denominarse hispano. En España el hispanismo se desarrollo durante varios siglos y fue pieza fundamental del discurso nacionalista del franquismo, aunque de una manera exagerada, pero no por ello puede negarse que existe tal identidad hispana para buscar con ello fortalecer las identidades locales. Lo uno no necesariamente ha de excluir lo otro (claro que en ello no estarán de acuerdo los nacionalistas catalanes o vascos). Así mismo entre los criollos generalmente ha existido un claro autoreconocimiento de hispano, pero no de español, y es en torno a dicha cultura con sus variantes locales que se buscan crear las identidades nacionales y se desarrollaron los partidos conservadores.

En el actual momento, por los expuesto anteriormente y aunado a la fuerte influencia de los criterios clasificatorios ejercidos en los EE.UU. la gran mayoría de los pueblos de los países de Hispanoamérica tienden a reconocerse como hispanos, aun sin serlo, en ocasiones incluso entre gentes que no hablan el español ni ellos ni sus ancestros. Por ello no resulta raro que un indígena defienda su hispanidad. Así pues hay una hispanidad definida en torno lo español (con toda la diversidad que ello conlleva) y con un fundamento histórico que lleva hasta la Hispania del periodo romano, y una “hispanidad” definida en los EE.UU. según explico el profesor Hidalgo.

Dicha realidad social, la de los emigrantes iberoamericanos en Estados Unidos obviamente requiere de una palabra para poder ser definida, y es claro que el término hispano no soporta el más mínimo análisis. Sin embargo me resulta extraño que no proceda de idéntica manera con el término “latino”. Por ello voy a extenderme en este particular:

Primero cabe precisar que lo latino no es algo que ha existido desde el s. XIX sino desde mucho antes, remontándose al s-VIII en Italia donde el pueblo latino original ocupo El Lacio y fundo Roma, desarrollo la lengua latina que posteriormente se extendió a todas aquella regiones colonizadas por romanos y en la que implantaran su lengua y costumbres, de donde devinieron las lenguas y las naciones romances o neolatinas, entre ellas España y Francia. En la Edad Media tanto griegos como sarracenos llamaban latinos a todos los europeos occidentales, incluso alemanes o ingleses.

En el s.XIX Francisco Bilbao quien acuño la palabra América Latina en una conferencia en Paris, siendo secundado por José M. Torres. Este concepto geográfico que fue aceptado de buen agrado en Francia por L.M. Tisserand y el Pbro. Emmanuel Doménech, y sirvió de sustento político para la acción militar llevada a cabo por Napoleón III cuando tropas francesas ocuparon México. Al decir que Francia velaba por los intereses de los pueblos latinos, era en aras de un panlatinismo, en el que ella como la nación latina mas poderosa se asumía como protectora de los pueblos latinos mas débiles frente al los anglosajones. Así pues ellos no decían proteger a los pueblos latinos como a otros, sino como a parte de los mismo, a la manera del paneslavismo ruso o el pangermanismo prusiano.

Este mismo sentido, ha de entenderse que cuando Francisco de Paula Arrangoíz dice que Napoleón III favorecía los intereses de Dr. Gwin para someter a la raza latina y exterminar a la india era porque estos pretendía implantar propietarios sureños confederados, es decir anglos en el norte de México asunto que causaba gran inquietud en México pues se sentía que con ello corría riesgo su existencia misma como nación, lo cual sea dicho de paso, no fue secundado por Maximiliano.

Cuando se refiere a raza latina es a los criollos, no al pueblo mexicano como un todo. No cabe pues decir que tal referencia es para hacer una distinción también con lo europeo, pues justamente al hablar de pueblo latino en México busca hacer patente la relación de parentesco entre el pueblo francés y los criollos mexicanos, lo cual es además lógico en un conservador radical como era Arrangoíz que apoyo decididamente la intervención francesa. El comentario respecto a Napoleón III manifiesta entonces su sentimiento de traición por aquel en quien había confiado que ayudaría a mantener independiente a México.

Por lo expuesto anteriormente y otras consideraciones que no expondré, encuentro sobremanera inapropiado el termino “latino” en relación a los inmigrantes llegados de cualquier estado Iberoamericano, pero la necesidad de un nombre para todo este conjunto de pueblos es necesaria. Pues de todos modos tienen muchos elementos en comun.

Anónimo dijo...

ye ero americano ..jejejej

Anónimo dijo...

UN AMIGO me DIJO KOMPRE UN CARRO AMERICANO,SEGUN X K ESTUBO EN USA ..JEJEJ YO LE DIJE MI BURRO TAMBIEN ES AMERICANO .....Y ME DIJO APOKO LO TRAGISTE DE ESTADOS UNIDOS JEJEJJJEJ KE W3Y....