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Mi herida es mi instrumento, mi soledad, mi canto,
mi estandarte en la sangre,
asta endeble clavada en las ruinas que el pecho cubre y niega.
Tristes yermos del alma, quién su silencio cuida,
quién espera en su extremo, más sordo que la usura,
quién duerme y sueña historias extensas como el miedo
en las que canto y miro hacia mi sombra y otra.
Tierra en el pecho abierto, -país de toda duda-
si temblamos
y nada puede hacernos lanzar el dardo cierto,
la herida está en nosotros, es nuestra sangre y fluye.
A qué mirar entonces,
la duda es siempre el blanco,
flecha o daga confluyen hacia su eterno, turbio
centro de aguas que mueren.
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3 comentarios:
Guapo ahí H.H!...
http://tirofijomalanga.blogspot.com/2008/09/disuadir-dos-comentarios-y-una-nota.html
Muy bueno, escelente.
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