domingo, 5 de octubre de 2008

PLACER

Asistí a la Presentación de El Libro del Opio del poeta Carlos Díaz Barrios, editada por Ediciones Itinerantes Paradiso. Escuchaba al poeta leer fragmentos del texto y La Primera Palabra que me vino a la mente fue Placer, el placer de lo desconocido, revelado en un viaje tan real, que se siente el olor del opio y la sensación de la sorpresa inminente que aguarda en cada doblez de lo prohibido. Nada puede justificar mis palabras más que leerlo, en voz alta, si es posible.

EL LIBRO DEL OPIO (fragmentos)
.......................................................................Por Carlos A. Díaz Barrios.
Cuando la luz de la primera estrella entre en el trigrama, cuando el rocío brille en la espiga del azulado arroz, cuando el diamante el collar sea perla, y el mar espuma sobre el techo inclinado de Beiging; entonces saldrá la virgen de entre las mimosas, a herir de primera muerte el cofre del sueño de la amapola. Ni guerras ni tifones deben pasar por sus colores, ni caballo ciego, ni espuela perdida tocará su cuello de cisne; sólo la virgen, con su guadaña de oro, alzará en un canto el velo de la noche. Cuando duerma la cigarra su sombra de alas, despertará la tortuga con su cabeza de dragón y su cola de escamas multicolor; y el anciano caminará por el sendero de jade, y en sus manos el durazno de la longevidad tendrá su mirada de oro y su fieltro imperial. Entonces la amapola dejará herir, brotar su látex, lento y dulce como el gemido del cisne; como el manto de la nieve, como el adorno de una mujer desnuda sobre el espejo de las aguas del paraíso.
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Para el fumador, para el sabio, para el elegido, debe llegar a sus manos este opio, puro, sin mezcla ni resinas fantasmas, sin gomas o falsas mieles; y si es posible que la muchacha que lo cultivó y lo hirió le ofrende al fumador su dulce virginidad, el opio será sabio como el que duerme bajo el árbol de ciruelas amarillas en una noche de tormenta.
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Larga debe ser la pipa, para que se enfríe el humo en su glorieta de marfil, para que los guardianes del mundo onírico nos permitan el paso por su escalera de fieltro majestuoso; y la pipa debe ser lavada con la primera lluvia primaveral, guardada en una vasija de jade rojo con una veta azul, y ocho dragones laqueados con nácar de aguas profundas. Luego, el fumador debe bañarse, comer de la mano de la muchacha encargada de guiarlo, arroz con semillas de loto molido, para alcanzar la eternidad; el fumador quiere escuchar las palabras del sueño, no el silencio del sueño; el fumador sentirá cómo, en la ventana del fumadero, la garza de lo invisible dejará caer una pluma del color y la transparencia de una lágrima; la pluma del ala izquierda del ave que regresa a su nido, a ver cómo el alba camina sobre el puente, con sus manos llenas de mimosas.
Ocho sueños forman el sueño del opio: El primer sueño es arena de una playa, y el segundo la rama de un árbol; el tercero, mariposas volando por la sala de un templo abandonado; el cuarto, un relámpago sobre un mar en calma; el quinto, música de los músicos muertos; el sexto, los antepasados, que vienen a saludarnos más allá de la muerte; el séptimo, el puente que nos lleva a la ciudad de los misterios; y el octavo, la sombra de Dios, que te llevará a saber quién eres. Tres días en que te cuidarán, te bañarán, te darán de comer; tres días en que soñarás con las joyas del sueño y sus libros abiertos.
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Conocí a un hombre en un fumadero, que tenía la piel del color de la pulpa del almendro; este hombre, al fumar, se convertía en un almendro, y sentía la felicidad de los pájaros posados en su cuerpo. Conocí a un estudiante, que tenía una isla de oro en el pecho, y cuando fumaba opio el oro iba cubriendo su cuerpo, como el mar al amanecer; conocí a un sabio poeta, que tenía todos los versos que iba a escribir sobre su piel, y al fumar opio sentía el ritmo maravilloso de los versos como las olas del océano; y conocí a un ladrón, que se convertía en una rosa y podía entrar a los palacios y robarse todos los bienes. No existía en el conocimiento de todos esos hombres la moral de los cuatro muros que mutilan el agua del estanque; ellos no conocían el delirio de la droga, ni la pesadilla de sus monstruos, porque sabían que lo que está en la mente del hombre es lo que sueña el hombre.
El tiempo no existía en la mansión del opio, estamos hablando del sueño, donde el tiempo no tiene forma, porque no es necesario; no hay tiempo, sólo hay realidad apresada por nuestras limitaciones. Como el grano de mostaza, que produce un campo de mostaza sin cambiar su tamaño; como el famoso poeta, que dice que "si el cielo fuera un hombre, dónde estarían las estrellas, en qué parte del cuerpo, de nuestra grosera forma, las estrellas reinarían". Verdaderamente, vemos lo que vemos, o lo que nos enseñaron que viéramos.
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Los niños juegan dentro del fumadero a los escondidos, con las manos llenas de cáscaras de naranja, tostadas y espolvoreadas con canela; en el fumadero los durmientes tienen en las manos una manzana roja, para ofrecerla al dios del Trueno, al general San Fan Kon; que anda por el mundo con una lanza inmensa y cinco banderas, donde hay cinco dragones esbeltos para devorar el aire de los enemigos. En la Ciudad Prohibida, las grullas se posarán sobre la mesa de cinabrio rojo de la felicidad; y en la oscuridad de la noche, la madre blanca, que recibe las ciento ocho salutaciones de todos los hombres, prende su pipa de nieve para que sople el viento del corazón.

Los libros editados por EdItPar pueden ser adquiridos en:
  • Agartha Secret City Bookstore. 133 Giralda Avenue, Coral Gables, FL 33134
  • Zu Gallery. 2248 Sw 8 street, Miami, FL 33135
  • JMS DollarPlus. 2705 SW 37 Ave, Miami, FL 33133
Carlos A. Díaz Barrios: Nacido en Camagüey, en 1950, salió de Cuba en 1980 por el Mariel y reside en Miami. Dirige la Editorial La Torre de Papel. En 1994 recibió el Premio de Poesía "Juan Ramón Jiménez" en Huelva, España, por su libro Oficio de responso, y el Premio Letras de Oro de la Universidad de Miami por su poemario La claridad del paisaje. Ha publicado varias novelas, entre ellas El jardín del tiempo (1985).

1 comentario:

Anónimo dijo...

el cabeza de puerco te invita a leer su porcino texto. Saludos