lunes, 14 de junio de 2010

CRIPTOMNESIA (o, para una reescritura de la sensación de placer)

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Que el fuego puede purificar, sería otra convención, de esas que no se sustentan lo suficiente, como la atractiva imagen del infierno. De ahí la necesidad de adjetivos para darle la credibilidad que no le aseguran totalmente el concepto o la singularidad mnémica. La asignación de cualidades propicias (en las que prima la tensión), delata, cuando no el sentido de propiedad, la idea de la apropiación por predominio de fuerza o sometimiento. Hay en esta forma de cualificar una curiosa ambigüedad en que se intercambian, se relevan ininterrumpidamente, filias y fobias como en un juego de disfraces. El concepto de un “fuego propio”, lleva implícita la idea de ese fuego latente, interior, en el que las llamas no se ven aún desde las ventanas, no lamen aún las vigas del techo.
“Where you’ll go after death is less important than what clearly enliven your life”, aclara Joaquín Badajoz en sus palabras, acusando recibo de la motivación explicita que sustenta el discurso plástico del artista. Pero el adjetivo mismo propone una idea de interioridad. Algo sirve de continente a ese “infierno interior” otro y la tendencia, por inercia elemental, sería aceptar el cuerpo como recipiente natural de esos incendios. Pero resulta que no hay fuego si no constatamos la emergencia de las llamas. En ese acto simple, además de establecer las demarcaciones entre el interior y el exterior, se define el afuera y quienes de algún modo estarán allí expuestos.
Un infierno cotidiano, doméstico, propio, demarcado por los límites de nuestro cuerpo, presupone la definición de esa puerta por la que emergerán las diversas prefiguraciones del mal. Heridas abiertas en el abdomen, el pecho u otro sitio en los dominios de la carne. Bocas presididas por una sonrisa canina o por las inexactitudes de una lengua bífida. Vagina protoestética, engendro adánico en que representa el hombre genésico (el artista los es siempre, al menos en su gestualidad) su sed de continuidad. Pero en todas estas representaciones se aprecia la sombra de los temores esenciales que hacen al hombre desterrar a la ficción el inventario de sus horrores reales. Como una sucesión de alegorías en cuyos extremos se reconocen el amor y el castigo, se aprecia la desorientación del Dante ante la bifurcación de un sendero que propone calibrar la persistencia del mal y la aparente bondad del dolor, y la melancolía luminosa de Baudelaire.
Su calificación como de “puertas de escape” les sustraen de una finalidad estética, en tanto no son concebidas para la contemplación. Hay en ellas una ligera devoción mágico-religiosa que no logra hacer indetectable su origen propiamente utilitario. A la manera de Rodin en La Porte de l'Enfer, a la que fue haciendo añadidos hasta su muerte, esta serie de pinturas y dibujos son ensayos, intentos en algún modo fallidos del artista de situarse en el afuera, de habitar un espacio exterior, de emerger por la herida, de ser regurgitado o nacer, ser parido por una vagina ardiente. Salir de sí mismo con todo cuanto pueda salvar. Ese ser contenido, sujeto, por derecho y continente a su pesar, es realmente el único punto conflictivo que hace del discurso un acto de fe. El resto es representación, es decir arte, simulación.
“Each work is a beautiful example of this duality”, puedo afirmar también (como el curador de la muestra) aunque por razones que acerco desde otros fuegos. La exposición de relaciones de sangre permiten al artista reproducir el vinculo primario con la madre en el afuera, presidido siempre por un alumbramiento. La paridad será su modo de representar el vínculo indisoluble en el cual se muestra siempre un intento de ruptura (un intervalo en que reina el dolor) que no fragua para permitir un nuevo intento. No hay conciencia de ello porque no hay reconocimiento de la madre como arquetipo de lo femenino, como ánima. Podríamos retornar a la paridad filia-fobia y no estaríamos errando el rumbo, si no constáramos en cada imagen el protagonismo flagrante del dolor, contrastando la discreta, por momentos dudosa presencia del placer. Su representación de arquetipos amatorios, vistos desde el imaginario masculino, reduce la simbolización a una funcionalidad específica que los despoja de su genitalidad. Así confluyen con igual fuerza expresiva, falo y brazo, boca y vulva, pierna y corazón, en un retablo en que se alimenta el eros recurriendo a la negación de la oralidad, a la exploración de la naturaleza de lo oscuro, la fuerza de herético y la curiosidad por lo turbio.
Podríamos estar viendo los resultados de un proceso en el cual el artista, en el acto de representación, asume la imagen como el producto de su imaginación, reconociendo su origen real, únicamente cuando ha logrado ubicarla a la intemperie, desinteriorizarla por la vía del razonamiento abstracto. La evocación de la huella mnémica no es reconocida como un ejercicio memorístico pero tiene el don de permitirle acceder al sustrato emocional que asegura el autoreconocimiento en ellas. Posibilita el acto placentero de restaurar la paridad imperfecta, hacer una reescritura de la sensación de placer.
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BURNING IN HIS OWN HELL / Eduardo Sarmiento / Curaduría de Carlos Luna y Joaquín Badajoz / EDGE ZONES ART CENTER / 47 NE 25th St. Miami, FL 33137 / 305 303 8852
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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen texto Heriberto. Tengo que decirte que me ha sorprendido gratamente, pues le has encontrado otra luminosidad, otras esencias, fuegos fatups y no tan fatuos del espíritu, indagando en laberintos que fueron apenas insinuados o pasados por alto en nuestra curaduría. Sé que a Eduardo y a Carlos también les gustará mucho. Un abrazo y gracias por tu alumbramiento,
JBadajoz

Jorge Mata dijo...

Lindo texto mi bro, felicidades. UN abrazo desde BCN.

Eduardo Sarmiento dijo...

Heriberto,
agradezco enormemente tu aproximacion a mi obra, que es una aproximacion a mi mismo. Soy un hombre colmado de preguntas y respuestas, pero ambas casi nunca coinciden cuando tienen vida propia.

Gracias por tus enunciaciones, algunas de mis preguntas han muerto y otras emergen con mas fuerza...

Un abrazo con mis mejores deseos,
E.S.

Heriberto Hernández Medina: dijo...

Gracias amigos.

Anónimo dijo...

amigos mios,en verdad me sumo a estos comentarios por muy diferentes razones,no entiendo nada de cuanto he he leido, no consigo encontrar en esa oscuridad semantica, la luz y el paisaje fosforescente con el que el artista descubre su capacidad de haber ganado y perdido batallas. Todo lo que encuentro resulta espectro de mi propia arquitectura, lo que otros nombran diabolico yo lo entiendo real y mimetico, representacion casi a la vez de lo que acontece, como si sarmiento fuera pintando y viviendo dentro de un mismo atomo de tiempo, como si lo diabolico estuviera en el pellejo que ha ido dejando cual serpiente que madura; no serpiente maliciosamente ingenua que ofrece una manzana biblica y pura; no, digo una serpiente poderosa, draconiana y emblematica que augura y promete una verdad frente a la cual somos aun inocentemente incredulos;desde mi deleite les saludo.