domingo, 23 de enero de 2011

SONIA DÍAZ CORRALES (del otro lado del mundo)

El Nuevo Herald / Artes y Letras / Domingo, 01.23.11
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Por Joaquín Badajoz
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Etnorragia le llama el líder cívico cubano Dagoberto Valdés, a ese imparable desangramiento nacional que ha lanzado a las abiertas cartografías a millones de cubanos. Me viene a la mente ese inquietante neologismo, cada vez que me encuentro de este lado del espejo con otra de las piezas ausentes de lo que pudo haber sido una potente sinfonía nacional. Sonia Díaz Corrales (Sancti Spíritus, 1964), era una de esas voces clave de la joven poesía cubana, cuando decidió como “los caballos cuando van veloces hacia la nada (...) y aún así no se detienen”, lanzarse al exilio. La sangría cubana es, por otra parte, el betún esencial para lustrar ese imán de la cubanidad que es Miami. Aquí conversamos con Sonia Díaz sobre su itinerario poético y su primera novela El hombre del vitral, (Ediciones Idea, 2010) publicada en España.

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Todo viaje, cuando tiene ese aliento “definitivo”, es una bisagra que une un antes y un después, los motivos también son diversos. ¿Qué te motivó a salir?
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Salí de Cuba en 1998. Todos preguntan por los motivos, aunque los motivos ya no importan, he sobrevivido a ellos allá y acá. Me habría gustado irme a ver el mundo, pero lo cierto es que el servicio militar obligatorio que tocaría a mi hijo a la larga, o la idea de que si alguien piensa diferente debe ser repudiado, golpeado y apartado, entre otros, fueron motivos importantes. Se puede dar cualquier motivo a veces para hacer una elección, pero lo que importa es que has elegido. Nunca pienso que fui obligada a elegir, algunas personas que se podría decir que piensan igual que yo eligieron quedarse y siguen allí y son consecuentes con lo que piensan.
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¿Cuáles han sido los beneficios y los sacrificios?
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Sacrifiqué la cercanía de algunos que quería y sigo queriendo, de una orquídea exuberante que vivía agarrándose a un tronco de almácigo en mi ventana. Sacrifiqué algunas cosas, pero la mayor parte de lo que tenía estaba dentro de mí, así que no pude evitar llevármelo. Los beneficios comienzan justo ahí, cuando confirmo que eso podría servirme de algo, pero no salvarme de todo, aun así me apropié del verde de Costa Rica, de su aparatosa propensión a la lluvia y al barro, cosas que empezaron atormentándome y luego me dejaron unos cuantos amigos. En Canarias, el beneficio ha sido el mar; está donde quiera que mires. En este punto he ganado una especie de libertad donde me permito ser de donde quiera, tengo la libertad de no sentirme obligada a ser de un sitio en particular definitivamente, para ello sólo tengo que seguir estando conmigo donde quiera que vaya.
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¿Has regresado a Cuba?
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Regresé una vez, en el 2000. Ese regreso cumplió su cometido. Me sirvió para saber cuánto era ya de otros sitios.
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Fuiste una de las voces representativas de la generación del 80, sin embargo, casi toda tu obra se publicó en los años 90. ¿Por qué?
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Creo que lo representativo de la generación de los años 80 fue un abanico de voces importantes, diferentes, diversas, que consiguieron hacer un discurso coherente con una actitud cohesiva. La mayor parte de mis escritos están inéditos, y lo que se publicó en los años 90 fue un primer libro que se llama Minotauro, en la colección Semí de poesía de Letras Cubanas, con poemas de los años 80. Los tres libros posteriores siguen inéditos. Pero no puedo dejar de agradecer la gentileza que en esa época tuvieron conmigo editoriales como Vigía y Sed de Belleza que publicaron El diario del grumete, casi simultáneamente. Vigía, en especial, hizo unas ediciones preciosas de poemas míos como Sierva de la reina. Además de textos sueltos en antologías y revistas, no publiqué nada más. Cuando volví a Cuba lleve mi libro La hija del reo a Ediciones Unión y a Letras Cubanas, pero tenían llenos sus planes editoriales por los siglos de los siglos, me dijeron. Así que guardé ese libro y todos los demás que he escrito desde entonces.
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Durante los años 80 y 90 surgieron voces femeninas sólidas, con una estética y un discurso diferente al producido hasta entonces. ¿A qué adjudicas ese cambio?
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Completamente de acuerdo. Los eventos, los concursos, los libros que se publicaron en ese entonces son la prueba de que las mujeres poetas de los años 80 empezaron a ocupar espacio, éramos muchas y todas diferentes. Fuera de la antología Mujer adentro, de Soleida Ríos, y seguro alguna otra que he olvidado, las mujeres compartíamos lecturas y letra impresa con los poetas hombres, todos éramos poetas. Al menos así lo recuerdo.
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El poeta Manuel Sosa recuerda escucharte leer en 1988 tu poema Ya más nunca mágica, donde dices: “Cuando lo bueno y lo peor/ lo ácido y lo que no quiero decir ahora/ se fundan/ y yo avise./ Cuando los hijos no estén en África o en Miami/ (...) sin que el espejo se empañe”. A pesar del matiz humano era un tema álgido. ¿Disentir era un gesto racional o una reacción natural?
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Algunos de estos eran temas vedados, la palabra Miami casi tenía la exclusividad de ser usada para hablar de traidores y de imperialismo, pero no había otro modo de decir que muchos ya no estaban porque habían marchado a sitios tan disímiles como Miami o Angola. Disentir, si es que eso era disentir, era la forma de ejercer un elemental sentido de la justicia.
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¿Recuerdas el primer poema que escribiste?
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Escribo desde que tengo memoria de preguntarme cosas, luego alguien me dijo que eso era poesía y le creí. Entre mis primeros poemas hay uno titulado Fuera de toda lógica: “Que mansedumbre el mundo/detrás de esa pared/ vociferando su ultimátum./ Esta mujer está de paso/ quiere dejarse amar/ dejarse quitar lo que le sobra/ para ser una esquizofrénica común/ rota en llanto/ en pedazos/ en todo lo que se pueda estar rota./ Una pared es el espacio de caer/ después de recostarse/ y la mujer lo sabe./ Fuera de toda lógica/ ella está de paso”.
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¿Cómo ha sido la recepción de tu novela?
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Ha tenido buena acogida. El hombre del vitral se escribió con una absoluta economía de recursos, sin excesivas pretensiones. A la mayor parte de los que la han leído les ha parecido que tienen algo que comentarme sobre ella, eso para mí es una buenísima acogida.
Los diálogos ocupan un papel fundamental en su estructura narrativa.
Desde luego. Los diálogos ocurren en presente, el presente es el espacio de esta historia, no se entretiene en contar algo más o en acotar lo que se dice porque no es necesario, no al menos para esta narración.
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El hombre del vitral parte de una búsqueda teleológica, simbólica y poética. ¿Es una excusa para desentrañar el engranaje de las relaciones humanas?
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El hombre del vitral no es una excusa para nada, es más bien una razón para. Precisamente porque la historia empieza ahí, donde el personaje Sandra sueña ese hombre perfecto, y mientras lo construye, el vitral irradia otras historias, necesidades, preguntas sin fin, genera un mundo sumergido debajo de la búsqueda del hombre perfecto. Cada hecho se plantea infinitas posibilidades.
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Eres de Cabaiguán -uno de los mayores asentamiento de canarios en Cuba- y vives en Tenerife. ¿Te ha sido más fácil insertarte en tu nuevo país?
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Soy descendiente de canarios, o como decíamos allá, tengo de isleño. Hay muchas voces parecidas entre ambos países, muchos refranes, costumbres, pero insertarse en un sitio no depende tanto de eso como de recibir ciertas ayudas, herramientas, coordenadas, oportunidades, un voto de confianza, cosas que a menudo es difícil encontrar y casi nadie está dispuesto a darte.
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En un poema reciente dices: “Son las diez de la mañana/ y alguien/ me ha recordado de modo despectivo/ que aunque despierte seis horas antes/ en realidad sigo siendo de allá/ del otro lado del mundo”. ¿Sigues, a pesar de los años, viviendo del otro lado del mundo?
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Alguna de las mujeres que soy sigue viviendo del otro lado del mundo, porque aunque a veces lo olvide, siempre hay alguien, algo ahí, para recordarle esas seis horas de diferencia.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias a Sonia y a La Primera Palabra por la entrevista. A falta de espacios físicos donde encontrarse, los blogs y otros espacios virtuales nos permiten la proximidad.

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

Excelente, una lectura que aprecio por la batería de preguntas y las respuestas de Sonia, gracias mil.
Juan C Recio

Denis Fortun dijo...

Una excelente entrevista que he disfrutado. Sonia, una poeta que admiro y que sin ella saberlo tal vez, le debo mucho. Un post que, con tu permiso Heriberto, me robo. Saludos

Anónimo dijo...

Sonia es una excelente poeta y mejor persona, y ¿que otra cosa se puede pedir?. Realmente contar con su amistad y con su literatura es un privilegio. Gracias Heriberto