Pedro Llanes Delgado, con su libro En la isla de las velas azules, obtuvo este año el XIV Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén y deseamos ya poder leer ese otro (el mismo) libro suyo. Nadie con mayor don poético, nadie más original, aún en la transgresión. Protagonizaban ya sus versos tempranos los requiebros y distensiones de la sintaxis y los significantes que veríamos ondear con tintes de novedad pasados los ochenta. No la gestualidad vacua ad usum aún, nada de los usuales desvelos en pos de una novedad explicita. Libros cohesionados por una suerte de lúdica simulación cuyo sujeto es el lenguaje. Tal vez sea esa la razón por la que sus libros, que son uno, intercambiables, reescribibles (lo cual hace con frecuencia aún después de éditos) y en algunos casos inconclusos, como un manuscrito del que se hubiesen perdido algunas páginas, resulten siempre atractivos e inquietantes, despierten en muchos casos admiración y respeto, pero pocos se animen a reseñarlos o a adentrarse en ellos con ánimo crítico o laudatorio.
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HE MIRADO al maniquí, tiene grandes ojos, silba, es de lona lila.
Puedes hablarle. Ebrio, ayer lo eché sobre las sábanas.
Nada lo asombra. No conoce el dolor. El sólo lagrimea.
Está tranquilo, solemne, con un extraño encanto, con un extraño encanto de juguete.
Estaba ebrio y con Yisdara, cabello de ocaso, una muchacha singular,
mientras pensaba en este pobre estúpido siempre sonriente.
Como el viento soplaba cayó de pronto hacia la esquina.
No siente, no habla, grandes ojos, lona lila: les he contado la historia del pobre maniquí.
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DUERME LA PASIONARIA, derrota al círculo en hervor.
Dormida la pasionaria, su entrecruzado filo contra el agua.
Blanca flor, el dividido fuego de la enagua
enarbola Ia evanescente figura de la flor.
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El espadín a la hoja, duerme, duerme Ia pasionaria.
EI delicado sueño nieva, su fuego nevado y dividido.
Plácemes de la durmiente, fuego a fuego huido.
Huida la durmiente querrá hacer la solitaria.
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Espejea la flor, su sueño anuda los hervores.
Calada la felpa, en el sueño la Hot, los estertores,
El círculo de la pasionaria fija Ia evanescencia,
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Fuego a fuego huido. Huye Ia hoja, la durmiente.
En vilo su cuello, su cuello quedará silente.
Graciosa la pasionaria en la inmanencia.
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YERTO EL MIRADOR, su dolido paisaje, el ballestero,
atrapado a la roca, gira en la sujeción, el dedo yerto.
El dedo lo atrapa. Atrapado el ballestero y muerto
el mirador clarea la tez del agorero.
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Suspendido el mirador, la roca lo atrapa o lo clarea.
Los ganados pacen, mesa el silencio, rumor, los atrapados.
Tez del agorero, pacen las vicarias, pacen los ganados.
Dichosa la finísima semblanza de la oblea.
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Muerto el ballestero, enjutos los dedos, la ceniza.
No muerto el ballestero finísima la oblea lo eterniza.
EI discoso naufragio intenta la mariposa.
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Humedece el paisaje, pace la tez tras el rocío.
El paisaje acomoda al ballestero en el vacío.
El mirador propone el lento rocío de la rosa.
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NO IMPORTA que no estés. Ahora es que arden las bestias en la huida.
Déjenme decir cómo la amada era frágil y rojiza.
junio es el mes en el que pasea por la casa de cristal la reina.
Se le veía triste. Recuerdo sus ojos húmedos. Aun no te has ido.
Es por la fuerza del fuego que vienes desde lejos.
Casi que te veo. Hueles a naufragio. La pradera esta ardiendo.
Tiembla el agua y abren las carolinas a la tarde.
La voz repica en el mármol, toda de cristal te evaporas.
Junio es el mes en el que pasea por la casa de cristal la reina.
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1 comentario:
excelente, un abrazo para Pedro.
JC Recio
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