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En los grupos literarios hay siempre autores especialmente dotados que de alguna manera inciden en el resto. El caso de Evelio Luis Capote (1963-1997) pudiera ser el más interesante de los que en los inicios de la década de los ochenta formaban el llamado “grupo de Santa Clara”, aunque no todos, ni siquiera la mayoría, vivíamos en esa ciudad.
Apenas había terminado sus estudios preuniversitarios y, junto al poeta Pedro Llanes, eran una pareja temible en debates y encuentros literarios. Culto, poseedor de una formación básica sólida y de un arsenal de lecturas exóticas que abarcaban disciplinas diversas de los más inusuales saberes, armado de una ecuanimidad poco usual entre cubanos y de una ironía filosa, podía entablar un debate sobre cualquier tema y extenderlo con gran habilidad hasta que el motivo inicial perdía toda importancia y el oponente debía replegarse con prudencia.
Su vida azarosa es un reflejo de su alma inquieta y su vocación insumisa y transgresora. Hizo estudios de teología en el seminario de San Carlos de La Habana y con los jesuitas de Santiago de Cuba, donde estuvo a punto de ordenarse sacerdote, renunciando para casarse con la mujer que sería la madre de su hijo. Sus estudios de teosofía nos hicieron coincidir, años más tarde, en la cuidad de Matanzas, donde hizo intervenciones memorables en la Logia Teosófica de esta ciudad y dictó en la Biblioteca Provincial “Gener y del Monte”, con una numerosa asistencia de público y preocupación de las autoridades culturales, inolvidables conferencias sobre simbología hermética. Posteriormente tuvo una activa participación dentro de la Iglesia Católica Liberal de Cienfuegos, una forma del Cristianismo abierto a las ideas teosóficas, dentro de la cual introdujo ideas renovadoras y polemizó frecuentemente con el Obispo Regionario.
A partir de este momento, el rastro de su vida se hace más difuso. Vivió algunos años en La Habana, tengo noticias que frecuentó algunos grupos de vida alternativa y participó de un intento fallido de salida ilegal del país. Luego se comentó que había estado viviendo en algún lugar de España donde había fallecido accidentalmente, atropellado por un tren o un tranvía. La realidad parece ser que falleció de leucemia en 1997 con apenas 34 años, y que sus restos descansan en Burelas (Galicia).
Durante su estancia en Cienfuegos publicó su libro de relatos Chandrasurya, que nos leyó casi en su totalidad una noche en Matanzas y del cual puede leerse el texto El nacimiento de Ptah en el blog Comiendo fresas silvestres. Acostumbraba a leernos, de cuando en vez, alguno de sus poemas cortos (generalmente sin título), que consideraba gestos corteses para con sus amigos. Una de estas curiosas piezas sustenta su especial gusto por la palabra y su sensibilidad nada común.
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¡Ostenta la flor! Que no es vergüenza
y vuélvete a las lluvias preteridas.
Hay un hecho caído al pergamino
cuya boca es de salva delictiva.
Hay un sismo en el auge de la rosa
que no prescinde ni de odio ni de asombro ni de risa.
Traba la flor y ya se espesa
en el asir de nuestra mano inquieta.
Traba ya sin palabras, sin oídos y sin vista.
Solipsista rosa que a todos apetece.
Débil parición y creadora de la tierra;
enemiga jurada del ensueño y de la hesiquia..
.Nota: Continuamos poniendo todos los domingos textos que por alguna razón tuvieron una significación especial en la década de los ochenta y en algunos de los turbios años posteriores. Para ver los post anteriores, picar en la etiqueta 80 X OCHENTA.
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5 comentarios:
por favor permiso para llevarlo conmigo, me gusta muchísimo, sonia diaz
No sabía que había muerto, una buena persona, y cierto muy culto. Gracias por recordar estas cosas, interesante post
Gracias, Heriberto, por poner este magnífico poema, de quien además de eso, de ser un excelente poeta, es una de las personas más interesantes, o uno de los Personajes más interesantes que he conocido. Como olvidar su sonrisa cándida-- que admiré por primera vez allá en Placetas una noche ya muy lejana--, que al parecer esgrimía para ocultar su Cátedra.
Félix Luis Viera
EVELIO LUIS CAPOTE RODRÍGUEZ, nació en Placetas, Villa Clara, el 1ro. de septiembre de 1963 y falleció en España el 1ro. de abril de 1997. Poeta, narrador, ensayista e investigador, fue miembro de la AHS. Realizó estudios de Teología, Filosofía y Humanidades en Santiago de Cuba, pero los abandonó y formó familia en El Caney; en estos años trabajó en la Biblioteca Elvira Cape y sus poemas aparecieron en el tabloide Perfil de Santiago. También colaboró en las Revista del Vigía y Contacto. Aparece en Desde el laurel luminoso. Muestrario de poetas placeteños, Ediciones Capiro, 2001, p. 21.
No conocía su libro publicado en Cienfuegos, y sí, su viuda me dijo había fallecido de leucemia linfoblástica.
Hace años le dediqué un poema, y he leído uno excelente de su amigo Pedro Llanes.
Antes de conocerlo, Bertha Caluff me habló tanto y bien de él, que cuando llegué a Santiago lo busqué, es una pena que muriera tan joven.
Un amigo
Era mi buen amigo allá en la Habana. Y ahora leo el articulo de Heriberto y me conmuevo una vez más porque Evelio fue muy importante en el grupito que nos reuniamos en la casa del Té de Mercaderes, y alrededores. Luego supe por el poeta Poveda que había muerto de leucemia en España, y me entristeció mucho la noticia; me dolió mucho. Porque Evelio era sustancialísima persona, lector muy atento, sabio siempre y gran compañero de viaje en aquellos años de destierros y extrañas miserias. Gracias Heriberto. Ubaldo.
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