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Por Elizabeth Quintana
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Mi extrañamiento ante un “malentendido” deriva de la necesidad de confirmarle.
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¿Fue o no un malentendido?
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Mi impresión ante un malentendido, aceptado como “lo no comprendido” o “lo erróneamente interpretado”, es que en su uso, pertenece al dominio del intelecto. Dicho de este modo, el malentendido privilegia el error o la dificultad intelectiva y desplaza la emoción o el afecto a él ligado.
Ambos interlocutores muestran una calma aparente, luego que uno de ellos, al que se ha malinterpretado, elige términos precisos y vuelve a referirse al acontecimiento. No importa cuanto desgaste implique dejar aclarada “la duda” y mantener el status quo. El portador del malentendido, reconoce con cierta facilidad su error (que no le compromete) porque no está en juego su integridad emocional, y queda así superado el evento.
No obstante, quienes hayan protagonizado malentendidos, reconocen, por lo general, que una vez aclarada la situación, queda como residual, una sensación de inquietud (emoción), la que es desplazada generalmente con rapidez y sustituida por nuevos contenidos intelectivos.
Un recorrido por nuestros malentendidos nos llevará a concluir, sin sobresaltos, que en realidad no regresamos al status previo. En sustitución, agregamos razones, ante la amenaza del distanciamiento que el afecto elige.
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Dibujo de Bárbara Butragueño
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Por Elizabeth Quintana
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Mi extrañamiento ante un “malentendido” deriva de la necesidad de confirmarle.
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¿Fue o no un malentendido?
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Mi impresión ante un malentendido, aceptado como “lo no comprendido” o “lo erróneamente interpretado”, es que en su uso, pertenece al dominio del intelecto. Dicho de este modo, el malentendido privilegia el error o la dificultad intelectiva y desplaza la emoción o el afecto a él ligado.
Ambos interlocutores muestran una calma aparente, luego que uno de ellos, al que se ha malinterpretado, elige términos precisos y vuelve a referirse al acontecimiento. No importa cuanto desgaste implique dejar aclarada “la duda” y mantener el status quo. El portador del malentendido, reconoce con cierta facilidad su error (que no le compromete) porque no está en juego su integridad emocional, y queda así superado el evento.
No obstante, quienes hayan protagonizado malentendidos, reconocen, por lo general, que una vez aclarada la situación, queda como residual, una sensación de inquietud (emoción), la que es desplazada generalmente con rapidez y sustituida por nuevos contenidos intelectivos.
Un recorrido por nuestros malentendidos nos llevará a concluir, sin sobresaltos, que en realidad no regresamos al status previo. En sustitución, agregamos razones, ante la amenaza del distanciamiento que el afecto elige.
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Dibujo de Bárbara Butragueño
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