¿Estarías dispuesto a compartir tu obra más reciente con nosotros, a través de una editorial cubana?, me preguntaron una vez en una entrevista, a lo que contesté: “No tendría ningún inconveniente en conversar con cualquiera que se interese en mi obra, con dos condiciones básicas: la primera es que no se condicione en ningún modo mi opinión, mi derecho a cuestionarme a la dictadura que oprime a mi país y lo segundo es que se me paguen mis derechos de autor. Esta segunda condición, como la primera, es un asunto de principios y no tiene nada que ver con la cantidad de la remuneración.” Recurro a esta respuesta, inocente por elemental, estimulado por la reciente publicación de un artículo en Granma en que se reseña la edición de Cuerpos del delirio de Jesús Barquet, “acuñado por Letras Cubanas”. Resulta que ante el supuesto de que eso me sucediera realmente, tendría que reconsiderar mis condiciones y preguntarme si serían suficiente garantía para que quede clara mi posición frente a la realidad política de mi país.
Este evento reciente me asegura que no seria así.
Diestras y obedientes “Madeleines”, aunque tuviese el tino de no aceptar una entrevista para Granma u otros medio, se apresurarían a dar fe de mi “alegría por presentar (…) mi obra” en la isla, “pues el público cubano es el público natural de mi poesía”, aunque no sea el único, a diferencia de Barquet, “para quien escribo”. No escatimarían espacio para citar títulos de libros y poemas anegados de “las remembranzas de un pasado pertrechado de vivencias irreemplazables” y nada me podría asegurar que no encuentren entre mis más amargos versos alguno que pueda encarnar “la voz dolorida de la diáspora (que mal gusto, por dios) que no consigue la plenitud del espíritu FUERA (las capitulares son mías) de amigos, amores, ángeles, sorpresas y la familia, la verdadera patria". No me extrañaría que hicieran un “search” de todas la veces que he usado en mis versos la palabra “regresar” o cualquiera de sus conjugaciones para dar solución a “una buena parte del dilema”.
"La verdad” es que a veces también “me siento como un árbol que anda buscando su terruño” (aunque no se me ocurriría escribirlo de esa manera por una simple cuestión de estilo) y que “no todas son tierras de vivir”, pero aún la propia, sometida por una dictadura, es la peor de las opciones. “La mentira es”, desmiéntame Barquet o cualquier otro, que alguien quiera, metáforas aparte, cambiar su casa en cualquier lugar del mundo, con “ese dormir siempre tan despierto", por la precaria casa natal en que tantas veces quisimos dormir -como Rip Van Winkle, veinte años- y despertar sólo después que la pesadilla castrista haya terminado.
Conocedor de “puentes” y una autoridad en el estudio de las técnicas usadas para su demolición, así como un informado académico en temas relativos a la lírica cubana en su totalidad y su relación con el poder, Barquet ha considerado, imagino, los riesgos de paliar “la crisis de identidad” que le diagnostica la Dra. Sautié. En cuanto a esos puentes de “esperanzadora salvación” que está tendiendo el gobierno cubano al exilio, siguen siendo “levadizos”, el control lo siguen teniendo los demoledores de siempre y se niegan a compartirlo o cederlo.
Felicito al autor por este nuevo libro suyo, pero no puedo como colega dejar de condolerme ante esta previsible puñalada de “Granma” y las que ya le andan dando en los salones reales y virtuales del exilio y en las muy de moda “cadenas de correos electrónicos”. Yo, como Barquet, “no sé ahora (sin exagerar, “a veces”) ni quién soy”, pero por suerte siempre sé quien no quiero ser y como han de suponer, no tengo intención alguna de decir “adiós a las playas de infinitas holguras", aunque no sean en realidad ni infinitas ni holgadas y la guerra de vivir cada día en ellas no se parezca en nada a “la paz” que nos traerían supuestamente esos puentes.
Este evento reciente me asegura que no seria así.
Diestras y obedientes “Madeleines”, aunque tuviese el tino de no aceptar una entrevista para Granma u otros medio, se apresurarían a dar fe de mi “alegría por presentar (…) mi obra” en la isla, “pues el público cubano es el público natural de mi poesía”, aunque no sea el único, a diferencia de Barquet, “para quien escribo”. No escatimarían espacio para citar títulos de libros y poemas anegados de “las remembranzas de un pasado pertrechado de vivencias irreemplazables” y nada me podría asegurar que no encuentren entre mis más amargos versos alguno que pueda encarnar “la voz dolorida de la diáspora (que mal gusto, por dios) que no consigue la plenitud del espíritu FUERA (las capitulares son mías) de amigos, amores, ángeles, sorpresas y la familia, la verdadera patria". No me extrañaría que hicieran un “search” de todas la veces que he usado en mis versos la palabra “regresar” o cualquiera de sus conjugaciones para dar solución a “una buena parte del dilema”.
"La verdad” es que a veces también “me siento como un árbol que anda buscando su terruño” (aunque no se me ocurriría escribirlo de esa manera por una simple cuestión de estilo) y que “no todas son tierras de vivir”, pero aún la propia, sometida por una dictadura, es la peor de las opciones. “La mentira es”, desmiéntame Barquet o cualquier otro, que alguien quiera, metáforas aparte, cambiar su casa en cualquier lugar del mundo, con “ese dormir siempre tan despierto", por la precaria casa natal en que tantas veces quisimos dormir -como Rip Van Winkle, veinte años- y despertar sólo después que la pesadilla castrista haya terminado.
Conocedor de “puentes” y una autoridad en el estudio de las técnicas usadas para su demolición, así como un informado académico en temas relativos a la lírica cubana en su totalidad y su relación con el poder, Barquet ha considerado, imagino, los riesgos de paliar “la crisis de identidad” que le diagnostica la Dra. Sautié. En cuanto a esos puentes de “esperanzadora salvación” que está tendiendo el gobierno cubano al exilio, siguen siendo “levadizos”, el control lo siguen teniendo los demoledores de siempre y se niegan a compartirlo o cederlo.
Felicito al autor por este nuevo libro suyo, pero no puedo como colega dejar de condolerme ante esta previsible puñalada de “Granma” y las que ya le andan dando en los salones reales y virtuales del exilio y en las muy de moda “cadenas de correos electrónicos”. Yo, como Barquet, “no sé ahora (sin exagerar, “a veces”) ni quién soy”, pero por suerte siempre sé quien no quiero ser y como han de suponer, no tengo intención alguna de decir “adiós a las playas de infinitas holguras", aunque no sean en realidad ni infinitas ni holgadas y la guerra de vivir cada día en ellas no se parezca en nada a “la paz” que nos traerían supuestamente esos puentes.
2 comentarios:
Granma no le ha dado ninguna puñalada a Barquet. Se sabe que quien hace lo que él hizo entra en la esfera de la manipulación cultural de Cuba y todas sus consecuencias. El decidió intercambiar la publicación de un libro por un escupitajo, pues hay autores que hacen cualquier cosa por tal de ver sus nombres en letras de imprenta, desde los mejores (y no es el caso de este señor, como no lo fue el de Uva Clavijo) hasta los peores. Si salones de todo tipo están comentando la situación, no hay por qué apiadarse de Barquet por eso. Con toda conciencia --y no es algo nuevo-- él provocó una situación vergonzosa que llama al comentario. Afortunadamente, todavía hay quienes se asquean con semejantes cosas.
Estimado Sr. Ric:
Del mismo modo en que no intentaría yo administrarle su opinión, le pido que no se abrogue usted el derecho de administrar mi piedad. Yo lo hago, y como no es mucha, tengo por fuerza que ser poco espléndido con ella.
Creo que todo el mundo tiene, como usted y yo, el derecho de opinar sobre un hecho público como este. Lo que me parece poco razonable es recibir correos electrónicos y soportar la cantaleta de “Barquet en el Granma” en cuanto sitio uno va, cuando los remitentes de estos correos y protagonistas de “los comadreos” escriben y tienen acceso a todos los medios y en ellos se callan o redactan columnas sobre cualquier otra tontería.
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