Hoy es “viernes trece” y La(s) Primera(s) Palabra(s) no pueden ser otras. El 13 junio de 1865 nace el poeta y premio Nobel William Butler Yeats y el mismo día de 1986 muere el escritor argentino Jorge Luís Borges. Hacerlos converger acá es reeditar sus innumeras coincidencias: el gusto por los simbolistas franceses, el misticismo, el esoterismo, la metafísica, las parábolas, las elucidaciones teológicas y un enorme interés por las tradiciones populares.
Más allá de las connotaciones de la fecha, hay una coincidencia que ambos comparten: una obra que sustenta el merecimiento del premio Nobel de las letras. A W. B. Yeats le fue otorgado en 1923 en un fallo inobjetable. J. L. Borges moriría sin ser reconocido por la Academia Sueca aunque para todos estaba claro que nadie con más justicia que él lo merecía.
Borges, cuya autorizada voz resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a cobrarse numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos" entre los escritores. El propio Borges, en compañía de Ernesto Sábato y otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador para interesarse por el paradero de sus colegas.
De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron recalcitrantes, durante la última década de vida del escritor, se alzaron voces cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario y que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura.
La concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e insólito como un "maestro".
¿Se repetirá la maldición también con Mario Vargas Llosa?
Más allá de las connotaciones de la fecha, hay una coincidencia que ambos comparten: una obra que sustenta el merecimiento del premio Nobel de las letras. A W. B. Yeats le fue otorgado en 1923 en un fallo inobjetable. J. L. Borges moriría sin ser reconocido por la Academia Sueca aunque para todos estaba claro que nadie con más justicia que él lo merecía.
Borges, cuya autorizada voz resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a cobrarse numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos" entre los escritores. El propio Borges, en compañía de Ernesto Sábato y otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador para interesarse por el paradero de sus colegas.
De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron recalcitrantes, durante la última década de vida del escritor, se alzaron voces cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario y que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura.
La concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e insólito como un "maestro".
¿Se repetirá la maldición también con Mario Vargas Llosa?
¿QUIÉN SOÑÓ QUE LA BELLEZA PASA COMO UN SUEÑO?
¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño?
Por estos labios rojos, con todo su triste orgullo,
tan tristes ya, que ninguna maravilla pueden presagiar,
Troya se nos fue con destello fúnebre y violento
y murieron los hijos de Usna.
Desfilamos, y desfila con nosotros el mundo atareado
entre las almas de los hombres, que se despiden y ceden su
puesto como las pálidas aguas en su glacial carrera;
bajo estrellas que pasan, espuma de los cielos,
sigue viviendo este rostro solitario.
Inclinaos, arcángeles, en vuestra sombría morada:
Antes de que existierais y antes de que ningún corazón latiera,
rendida y amable permanecía junto a su trono;
la belleza hizo que el mundo fuera una senda de hierba
para que Ella posara sus pies errantes.
Versión de Hernando Valencia Goelkel.
¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño?
Por estos labios rojos, con todo su triste orgullo,
tan tristes ya, que ninguna maravilla pueden presagiar,
Troya se nos fue con destello fúnebre y violento
y murieron los hijos de Usna.
Desfilamos, y desfila con nosotros el mundo atareado
entre las almas de los hombres, que se despiden y ceden su
puesto como las pálidas aguas en su glacial carrera;
bajo estrellas que pasan, espuma de los cielos,
sigue viviendo este rostro solitario.
Inclinaos, arcángeles, en vuestra sombría morada:
Antes de que existierais y antes de que ningún corazón latiera,
rendida y amable permanecía junto a su trono;
la belleza hizo que el mundo fuera una senda de hierba
para que Ella posara sus pies errantes.
Versión de Hernando Valencia Goelkel.
LA ISLA DEL LAGO DE INNISFREE
Me levantaré y me pondré en marcha, y a Innisfree
iré, y una choza haré allí, de arcilla y espinos:
nueve surcos de habas tendré allí, un panal para la miel,
y viviré solo en el arrullo de los zumbidos.
Y tendré algo de paz allí, porque la paz viene goteando con calma,
goteando desde los velos de la mañana hasta allí donde canta el grillo;
allí la medianoche es una luz tenue, y el mediodía un brillo escarlata
y el atardecer pleno de alas de pardillo.
Me levantaré y me pondré en marcha, noche y día,
oigo el agua del lago chapotear levemente contra la orilla;
mientras permanezco quieto en la carretera o en el asfalto
gris la oigo en lo más profundo del corazón.
Versión de Luís Zalamea.
WILLIAM BUTLER YEATS: (Dublín, 13 de junio de 1865 - † Roquebrune-Cap-Martin, Francia, 28 de enero de 1939), poeta y dramaturgo irlandés. Envuelto en un halo de misticismo, Yeats ha sido una de las figuras más representativas del renacimiento literario irlandés. Su poesía, que a pesar de su espíritu innovador, generalmente se caracterizó por su cuidado formal. Igualmente, era de carácter simbolista y utilizaba imágenes que traducían el inconsciente universal de las culturas. En 1923 obtuvo el Premio Nóbel de Literatura y, al independizarse su país del Reino Unido, fue elegido senador del Estado Libre Irlandés.
Retrato de William Butler Yeats por John Singer Sargent. (Lápiz, 9” x 6”)
EL HACEDOR
Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de Jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de Macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.
EL BISONTE
Montañoso, abrumado, indescifrable,
rojo como la brasa que se apaga,
anda fornido y lento por la vaga
soledad de su páramo incansable.
El armado testuz levanta. En este
antiguo toro de durmiente ira,
veo a los hombres rojos del Oeste
y a los perdidos hombres de Altamira.
Luego pienso que ignora el tiempo humano,
cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia
de su decurso, tan variable y vano.
Intemporal, innumerable, cero,
es el postrer bisonte y el primero.
JORGE LUIS BORGES: (Buenos Aires, 1899 - † Ginebra, Suiza, 1986) Es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Su primer libro de poemas fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista. En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y, tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que funda con su escritura una Buenos Aires mítica. En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título esencial en la producción borgeana. Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro de ensayos en los que se pone de manifiesto la agudeza crítica de Borges. En 1935 aparece Historia universal de la infamia, Historia de la eternidad en 1936 y, sobre todo, Ficciones (1944) que acabaron de consolidar a Borges como uno de los escritores más singulares del momento en lengua castellana. También de 1944 es Artificios y El Hacedor de 1960, que incluía algunas piezas escritas treinta años antes y sin embargo guardaba una sólida unidad entre todas sus partes, no sólo formal sino también en cuanto a contenidos.
Foto de archivo.
Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de Jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de Macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.
EL BISONTE
Montañoso, abrumado, indescifrable,
rojo como la brasa que se apaga,
anda fornido y lento por la vaga
soledad de su páramo incansable.
El armado testuz levanta. En este
antiguo toro de durmiente ira,
veo a los hombres rojos del Oeste
y a los perdidos hombres de Altamira.
Luego pienso que ignora el tiempo humano,
cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia
de su decurso, tan variable y vano.
Intemporal, innumerable, cero,
es el postrer bisonte y el primero.
JORGE LUIS BORGES: (Buenos Aires, 1899 - † Ginebra, Suiza, 1986) Es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Su primer libro de poemas fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista. En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y, tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que funda con su escritura una Buenos Aires mítica. En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título esencial en la producción borgeana. Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro de ensayos en los que se pone de manifiesto la agudeza crítica de Borges. En 1935 aparece Historia universal de la infamia, Historia de la eternidad en 1936 y, sobre todo, Ficciones (1944) que acabaron de consolidar a Borges como uno de los escritores más singulares del momento en lengua castellana. También de 1944 es Artificios y El Hacedor de 1960, que incluía algunas piezas escritas treinta años antes y sin embargo guardaba una sólida unidad entre todas sus partes, no sólo formal sino también en cuanto a contenidos.
Foto de archivo.
2 comentarios:
Es dificil escaparse a la maldición del viernes trece. Hoy mismo, sin ir más lejos, al llegar al trabajo y empezara revisar el correo, me dio un ligero estremecimiento cuando vi la fecha. No es que yo sea supersticioso. Todos lo somos un poco. No? Es además que eso tiene una cierta onda, magia, encanto o algo así.
No creo que cambie nada tu artículo, pero parece que Borges murió el 14 y no el 13.
Saludos,
Al Godar
Es cierto amigo Al Godar, la mayor parte de la información coincide en que Borges murió el 14 de junio, pero al parecer yo consulté la única pagina errada sobre el tema:
http://www.elalmanaque.com/efemerides/Junio/13-6.htm
Te agradezco.
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