Hola, amigo Heriberto: Lindo poema. Eres un grandísimo poeta. Tu texto me recordó un texto mío que dormía el sueño eterno en una gaveta. Yo sólo soy un aprendiz, un neófito en estas lides, pero me gustaría compartirlo contigo. Un Abrazo: Osmome.
Discurso de Ícaro
Con las alas de Ícaro, encendido, ascendía veloz, y en mi proeza no pude ver del mar su azul tristeza cuando el sol, en luz, me había fundido.
Bajo su piel de sal quedé abatido, apagado, incoloro, sin certeza, pálido pez perdido en la rareza, atrapado en la red, arrepentido.
Ahora por Icaria mi cabeza vaga inmortal, inmersa en la fijeza de aquel niño que fui y que no ha sido.
Allí bebí riqueza en la pobreza del seno carnal, y la sutileza de volver a empezar desde el olvido.
Bienvenido amigo. Ante la poesía uno siempre se siente Ícaro. Sólo ofrece ascensiones lentísimas y la inminencia inevitable de descensos precipitados, pero algunos insistimos en esa devoción. Suerte.
(Cuba, 1964) Poeta y Crítico de arte. En 1987 se gradúa de Arquitectura. Ha publicado los libros de poesía: "Poemas " Ediciones Matanzas, 1991, “Discurso en la Montaña de los Muertos" Ediciones Unión, 1994, "La Patria del Espejo" Ediciones Unión, 1994, "Los Frutos del Vacío" Ediciones Matanzas, 1997, "Los Frutos del Vacío" Linkgua Ediciones, 2006, “Verdades como templos” Iduna Ediciones, 2008, "Los Frutos del Vacío" Bluebird Editions, 2008, "Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno" Bluebird Editions, 2009 y "Otros filos del fuego" Avondale Ediciones, 2012. Ha recibido el Premio "DAVID" de la UNEAC, 1989 y el Premio Internacional de Poesía “Nicolás Guillén” 2006.
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Hola, amigo Heriberto:
Lindo poema. Eres un grandísimo poeta. Tu texto me recordó un texto mío que dormía el sueño eterno en una gaveta.
Yo sólo soy un aprendiz, un neófito en estas lides, pero me gustaría compartirlo contigo.
Un Abrazo: Osmome.
Discurso de Ícaro
Con las alas de Ícaro, encendido,
ascendía veloz, y en mi proeza
no pude ver del mar su azul tristeza
cuando el sol, en luz, me había fundido.
Bajo su piel de sal quedé abatido,
apagado, incoloro, sin certeza,
pálido pez perdido en la rareza,
atrapado en la red, arrepentido.
Ahora por Icaria mi cabeza
vaga inmortal, inmersa en la fijeza
de aquel niño que fui y que no ha sido.
Allí bebí riqueza en la pobreza
del seno carnal, y la sutileza
de volver a empezar desde el olvido.
Bienvenido amigo. Ante la poesía uno siempre se siente Ícaro. Sólo ofrece ascensiones lentísimas y la inminencia inevitable de descensos precipitados, pero algunos insistimos en esa devoción. Suerte.
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