LAS VENTANAS DE OTRO
Por Heriberto Hernández Medina.
De cualquier manera, el que sale o entra a un pueblo, o a cualquier otro sitio, que pudiera ser también un libro, piensa en alguien. Yo he entrado y salido varias veces en este libro con ventanas, como una casa o un pueblo, y no me he sentido cansado. He reposado. He sentido esa placidez que propician los rincones más húmedos de las casas en que se ha vivido la niñez (aún en el recuerdo) o los sitios especialmente conocidos de un pueblo al que volvemos después de muchos años. Es literal. Yo he vuelto a la poesía de Juan Carlos Valls después de casi dos décadas y la encuentro verde y fresca como la hierba, no en un búcaro metafórico, sino falseando a nuestro favor la aridez de este potrero baldío que es el exilio.
Todos nos asombramos de cómo hemos podido llegar “a ser este amasijo de temblores”, pero nos ha alcanzado firmeza y pulso para escribir, para llenar este vacío de palabras, que nos permitan abrir cada día las ventanas, domestica o librescas, amargas o incuso inexistentes. El poeta reivindica ese derecho y su capacidad para hacerlo. Este libro es el testimonio de eso. Recuerdo mis primeras lecturas de su poesía, en un tiempo en que la mesa poética rebozaba, a diferencia de la mesa real, de manjares deliciosos. Mi degustación agradecida.
Hoy, que tratamos en vano de aligerar la mesa real, este libro viene a poner manjares ha tiempo olvidados en la, usualmente magra, mesa poética, que nos obliga a tocar con frecuencia la puerta de los maestros. Elliot, Perce, Milosz, Rilke; se han librado por unos días de mis molestas e inoportunas visitas, pues he estado acá, asintiendo a veces, negando otras por puro disentir, y complacido siempre al final de cada texto, como quien ha cobrado una pieza, conejo a faisán, en un bosque que pareciera depredado. ¿Dónde ha estado el poeta en estos días? Seguro molestando a Rilke o a Cavafis, que eso es lo único que sabemos hacer, cuando no estamos apaleando nuestra memoria o nuestros precarios dones.
De cualquier manera, el que sale o entra a un pueblo, o a cualquier otro sitio, que pudiera ser también un libro, piensa en alguien. Yo he entrado y salido varias veces en este libro con ventanas, como una casa o un pueblo, y no me he sentido cansado. He reposado. He sentido esa placidez que propician los rincones más húmedos de las casas en que se ha vivido la niñez (aún en el recuerdo) o los sitios especialmente conocidos de un pueblo al que volvemos después de muchos años. Es literal. Yo he vuelto a la poesía de Juan Carlos Valls después de casi dos décadas y la encuentro verde y fresca como la hierba, no en un búcaro metafórico, sino falseando a nuestro favor la aridez de este potrero baldío que es el exilio.
Todos nos asombramos de cómo hemos podido llegar “a ser este amasijo de temblores”, pero nos ha alcanzado firmeza y pulso para escribir, para llenar este vacío de palabras, que nos permitan abrir cada día las ventanas, domestica o librescas, amargas o incuso inexistentes. El poeta reivindica ese derecho y su capacidad para hacerlo. Este libro es el testimonio de eso. Recuerdo mis primeras lecturas de su poesía, en un tiempo en que la mesa poética rebozaba, a diferencia de la mesa real, de manjares deliciosos. Mi degustación agradecida.
Hoy, que tratamos en vano de aligerar la mesa real, este libro viene a poner manjares ha tiempo olvidados en la, usualmente magra, mesa poética, que nos obliga a tocar con frecuencia la puerta de los maestros. Elliot, Perce, Milosz, Rilke; se han librado por unos días de mis molestas e inoportunas visitas, pues he estado acá, asintiendo a veces, negando otras por puro disentir, y complacido siempre al final de cada texto, como quien ha cobrado una pieza, conejo a faisán, en un bosque que pareciera depredado. ¿Dónde ha estado el poeta en estos días? Seguro molestando a Rilke o a Cavafis, que eso es lo único que sabemos hacer, cuando no estamos apaleando nuestra memoria o nuestros precarios dones.
Miami, Octubre/02/2008
3 comentarios:
ustedes no votan???
hOLA HERIBERTO,vengo de descubrir tu blog. saludos matancheros desde el puente de hierro.
Lamarga
Gracias Margarita, te mando un fuerte abrazo.
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