VIVA MÉXICO
Por Álvaro Alba.
Por Álvaro Alba.
(Primera Parte.)
Desde pequeño oía ese grito cuando desde el patio de mi casa, nuestros vecinos, en la residencia del embajador mexicano en La Habana celebraban las festividades nacionales aztecas. Una tarde de huracán cuando mi madre me llevaba de infante, con vómito y temblores hacia el policlínico, el embajador entraba a la residencia diplomática y al instante envió un auto, rescatando a ambos de la tempestad. Hice mi viaje al galeno más rápido y seco. Nunca he dejado de agradecer aquel gesto para un enfermo. Cuando se anunció la retirada de la embajadora azteca de La Habana y la expulsión del diplomático cubano Jorge Bolaños de Ciudad de México, esos recuerdos volvieron a mi mente. Junto con el embajador de Castro salió del país azteca, con mayor prontitud un funcionario que junto a otros dos enviados se dedicaban a socavar la democracia mexicana.
Las desavenencias entre ambas naciones viene de años atrás y las causas las debemos buscar en La Habana, mejor dicho, en Castro. El modelo mexicano de un solo partido gobernante y otros alrededor con nulas posibilidades de éxito, como era en la época de oro del PRI, fue una ilusión de poder que en cierto modo el gobernante cubano intentó o por lo menos proyectó para la Isla. Una dictadura política, donde nunca el poder salía de las manos de la cúpula gobernante. Lo pensaban o proyectaban por la necesidad imperiosa de cambios y mucho mejor si estos son cosméticos. Elecciones apañadas, dedazo para la sucesión y estabilidad burocrática. El líder muerto pero sus partidarios con el poder para siempre, el Partido Comunista de Cuba sería como el PRI. Cuba volvería, de la mano del PRI al seno de la OEA y borrón y cuenta nueva.
Pero México cambió y lo hizo partiendo de las transformaciones en el seno del partido gobernante. Primero Carlos Salinas de Gortari se reunió con Jorge Mas Canosa y Carlos Alberto Montaner, algo que La Habana no aprobó, pero perdonó. El siguiente presidente (también salido del dedazo) Ernesto Zedillo cambio el discurso completamente. A diferencias de otros mandatarios que iban en visita oficial a la Isla, Zedillo sólo lo hizo a la IX Cumbre Iberoamericana que se celebró en Cuba. Durante su discurso en la clausura del evento en la capital cubana decía que no pueden haber naciones soberanas sin hombres ni mujeres libres. Un gesto que no olvidan en Cuba. Por vez primera, desde una tribuna pública, los cubanos oían decir que los hombres y mujeres que puedan ejercer cabalmente sus libertades: las de pensar, opinar, actuar, participar, disentir y escoger, sólo se alcanzan con una democracia plena. En privado, dicen testigos de las cenas presidenciales, el mandatario mexicano le pedía a Castro plazos concretos para que Cuba se adentrara en la democracia latinoamericana. Por vez primera en la historia de las relaciones la entonces canciller Rosario Green se reunió con disidentes cubanos. Zedillo hizo en México lo que Mijaíl Gorbachev en la Unión Soviética, desechó al partido obsoleto y anacrónico, incapaz de promover la democracia para dar paso a mecanismos políticos en la sociedad que hicieran verdaderas las libertades políticas y el ejercicio democrático.
Ya había pasado 1998 y la crisis del Ratón Miquito o Mickey Mouse, cuando Castro aseguró que los niños mexicanos conocían más al héroe de las historietas infantiles que a los héroes mexicanos. No se olvidó de enumerar una serie de desventajas que en su opinión afrontaría México por entrar en el Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos. La ofensa a los mexicanos pasó por una reacción de justa ira, retiro de embajador mexicano y una carta del gobernante cubano pidiendo disculpas a los niños mexicanos, con aquello de donde dije Diego, dije digo y como siempre, el culpable del malentendido era la prensa que distorsionó las palabras. A Zedillo le recuerdan en Cuba por no haber permitido el ingreso de Cuba en el Acuerdo de San José, donde los países del área se benefician de bajos precios en el petróleo. A pesar de las insistencias de Hugo Chávez, siempre en ayuda del Comandante, para que La Habana participara en los acuerdos, la voz y el voto de México se impusieron. Por la izquierda, es decir, fuera del tratado, el teniente coronel venezolano corría a firmar un tratado aparte con Cuba.
Vino la X Cumbre en Panamá y el proyecto de resolución contra el terrorismo de ETA, al que Castro se opuso, y la explícita declaración de Ernesto Zedillo de poner a votación la propuesta de El Salvador, aunque no existiera el consenso debido a la negativa de Cuba. La discusión entonces de Castro fue con el presidente Flores, pero la iniciativa por la que Castro quedaba como un paria la llevó a debate México.
(Segunda Parte)
Llegó entonces la era del PAN, de Fox y lo que parecía imposible en México - el fin del PRI, de su dictadura, de sus trastadas electorales. Fidel Castro asistió de manera consecutiva a las últimas tres tomas de posesiones en México, incluidas la de Vicente Fox.
No tardaron en La Habana comprender que ya el modelo de gobierno y relaciones que habían practicado hasta el momento era diferente. La cartera de relaciones exteriores fue a manos de Jorge Castañeda, un profundo conocedor de la izquierda, de su teoría y práctica. Militó en ella, buscó sus fundamentos y como toda persona sensata, se desencantó y la denunció. En Cuba no le perdonaron nunca que precisamente Castañeda hubiera expuesto el tema cubano dentro del contexto de exposición de una izquierda totalitaria, intransigente e involucionista. No hay conferencia de prensa de las autoridades cubanas relacionadas con México, donde se insulte al ex canciller. Aquellas palabras de Castañeda, dichas en Cuba de que “dejaron de existir las relaciones de México con la Revolución cubana y han comenzado con la República de Cuba” al propio Castro le parecieron enigmáticas y extrañas, sin comprender que “la postura mexicana de hoy no es la postura del pasado”, como recalcó el ex canciller. Vino la reunión de Fox con los opositores y disidentes cubanos. Después las declaraciones en Miami de tener las puertas abiertas, en el buen sentido de la palabra, de la embajada para todos los latinoamericanos y el gobierno cubano organiza una estampida hacia el interior de la sede diplomática mexicana que todavía no se sabe cómo ha terminado, ni dónde están los allí detenidos, o si fueron sancionados, si pasean por La Habana o están premiados. Vino Monterrey la famosa salida de Castro apresurada por el presidente Fox con ya una frase política de Comes y te vas, sumada al destape de las cintas grabadas de la conversación entre los gobernantes de Cuba y México. El entonces embajador en Cuba, Ricardo Pascoe, quien siendo del PRD, fue el embajador del PAN por dos años en la Isla, recientemente publicó un libro donde señala a Castañeda como el autor del enfriamiento en las relaciones, pero es con la partida de Castañeda de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que siguen las diferencias.
En La Habana se toman muy en serio las resoluciones de violaciones de derechos humanos. Sin dejar entrar a un relator al país, sin permitir que la opinión pública tenga constancia de la situación, pretenden que se de por dado el bienestar en esa materia. Hace ya más de una década que se le pide a Cuba, de forma muy diplomática, que abra las puertas de las penitenciarias a la misión internacional, nada más. Pero eso es demasiado, consideran en Cuba. En la última votación, los mexicanos, junto a varios países latinoamericanos votaron a favor de una resolución que preparó Honduras, El Salvador, Nicaragua, etc. y donde todos los países del Hemisferio la apoyaron o se abstuvieron, pero ninguno lo hizo en contra.
Y vino la furia del gobernante cubano, en un acto de soberbia. Las declaraciones de Castro el pasado primero de mayo indignaron a los mexicanos, como ya lo había hecho cuando el incidente de Mickey Mouse. Retiran a la embajadora Roberta Lajous, le dicen al diplomático cubano Jorge Bolaños que abandone Ciudad México, junto a otro enviado cubano de la misión y denuncian las actividades de dos miembros del aparato partidista cubano que visitaron México en labores nada agradables para las autoridades. Los funcionarios del Departamento América, José Antonio Arbesú, quien es su jefe y Pedro Miguel Lobaina. Ambos por más de tres décadas se han dedicado primero a crear “muchos Vietnam” que decía Ernesto Guevara, y después a promover a través de las elecciones a gobiernos que tengan en La Habana un aliado. Arbesú heredó las tareas que realizó Manuel Piñeiro. Siempre más dedicado a las labores de inteligencia que diplomáticas. Pedro Lobaina secundaba la oficina de prensa de Cuba en Chile bajo el gobierno de Allende, entró en Managua el 19 de julio junto a las huestes sandinistas y su perfil profesional ha sido el de motivar la llegada de la izquierda al poder.
Ahora en México la izquierda está profundamente dividida, tiene ahora que cada uno de sus bandos busca en La Habana un aliado. Cuauhtémoc Cárdenas estuvo recientemente dando una conferencia en la Universidad habanera, junto a su hijo Lázaro, actual gobernador de Michoacán, casado éste con una cubana. Los enviados de La Habana buscaban entrelazar las diferencias, ponerlas a un lado, como hicieron en la década de los setenta con la guerrilla salvadoreña y pavimentar el camino del PRD hacia Los Pinos.
Pero el gobierno actuó con serenidad y firmeza. Debemos gritar entonces Viva México y compartir con ellos esos días del calendario que celebran, como el pasado 5 de Mayo o el venidero 16 de Septiembre. Lo mismo con una Corona en la mano, cantando corridos, o acompañando a los mariachis en Señor Frog´s de Coconut Grove - aunque al menor descuido de parqueo en la zona te lleve la grúa el auto. Recordemos lo bueno que México nos ha dado y digamos Gracias.
Nota: Este texto fue publicado originalmente en dos partes, en el Diario Las Américas, los días 5/8/2004 y 5/15/2004. Agradecemos la cortesía del autor.
Álvaro Alba (Cuba, 1963) Vivió en la URSS, luego en Ucrania y Rusia, y ahora en Estados Unidos. Llegó a Odessa en 1982 donde consiguió el Master en Historia. A tenor con la “perestroika”, fue uno de los organizadores del grupo de jóvenes cubanos que se pronunciaron contra el régimen de La Habana en Moscú. Escribió para la prensa independiente de Ucrania y fue asistente en la corresponsalía del madrileño diario ABC en Moscú. En Miami trabajo en Radio Mambí y la revista IDEAL. Sus artículos sobre la historia y política de la URSS, ahora Rusia y Europa del Este se publican en diferentes países y es frecuente panelista invitado en programas de radio y television sobre el tema. Tienen una columna semanal en Diario Las Américas hace más de una década y desde 1998 es periodista de Radio y TV Martí. Publicó en Madrid el libro Almas Gemelas (2002), un análisis comparativo entre Iosef V. Stalin y Fidel Castro. Ha sido productor, guionista e investigador de los documentales POW en Vietnam, Bahía de Cochinos: En Nombre de la Libertad, José Antonio Echeverría: 50 años y Frank País: Vida y Muerte.
Desde pequeño oía ese grito cuando desde el patio de mi casa, nuestros vecinos, en la residencia del embajador mexicano en La Habana celebraban las festividades nacionales aztecas. Una tarde de huracán cuando mi madre me llevaba de infante, con vómito y temblores hacia el policlínico, el embajador entraba a la residencia diplomática y al instante envió un auto, rescatando a ambos de la tempestad. Hice mi viaje al galeno más rápido y seco. Nunca he dejado de agradecer aquel gesto para un enfermo. Cuando se anunció la retirada de la embajadora azteca de La Habana y la expulsión del diplomático cubano Jorge Bolaños de Ciudad de México, esos recuerdos volvieron a mi mente. Junto con el embajador de Castro salió del país azteca, con mayor prontitud un funcionario que junto a otros dos enviados se dedicaban a socavar la democracia mexicana.
Las desavenencias entre ambas naciones viene de años atrás y las causas las debemos buscar en La Habana, mejor dicho, en Castro. El modelo mexicano de un solo partido gobernante y otros alrededor con nulas posibilidades de éxito, como era en la época de oro del PRI, fue una ilusión de poder que en cierto modo el gobernante cubano intentó o por lo menos proyectó para la Isla. Una dictadura política, donde nunca el poder salía de las manos de la cúpula gobernante. Lo pensaban o proyectaban por la necesidad imperiosa de cambios y mucho mejor si estos son cosméticos. Elecciones apañadas, dedazo para la sucesión y estabilidad burocrática. El líder muerto pero sus partidarios con el poder para siempre, el Partido Comunista de Cuba sería como el PRI. Cuba volvería, de la mano del PRI al seno de la OEA y borrón y cuenta nueva.
Pero México cambió y lo hizo partiendo de las transformaciones en el seno del partido gobernante. Primero Carlos Salinas de Gortari se reunió con Jorge Mas Canosa y Carlos Alberto Montaner, algo que La Habana no aprobó, pero perdonó. El siguiente presidente (también salido del dedazo) Ernesto Zedillo cambio el discurso completamente. A diferencias de otros mandatarios que iban en visita oficial a la Isla, Zedillo sólo lo hizo a la IX Cumbre Iberoamericana que se celebró en Cuba. Durante su discurso en la clausura del evento en la capital cubana decía que no pueden haber naciones soberanas sin hombres ni mujeres libres. Un gesto que no olvidan en Cuba. Por vez primera, desde una tribuna pública, los cubanos oían decir que los hombres y mujeres que puedan ejercer cabalmente sus libertades: las de pensar, opinar, actuar, participar, disentir y escoger, sólo se alcanzan con una democracia plena. En privado, dicen testigos de las cenas presidenciales, el mandatario mexicano le pedía a Castro plazos concretos para que Cuba se adentrara en la democracia latinoamericana. Por vez primera en la historia de las relaciones la entonces canciller Rosario Green se reunió con disidentes cubanos. Zedillo hizo en México lo que Mijaíl Gorbachev en la Unión Soviética, desechó al partido obsoleto y anacrónico, incapaz de promover la democracia para dar paso a mecanismos políticos en la sociedad que hicieran verdaderas las libertades políticas y el ejercicio democrático.
Ya había pasado 1998 y la crisis del Ratón Miquito o Mickey Mouse, cuando Castro aseguró que los niños mexicanos conocían más al héroe de las historietas infantiles que a los héroes mexicanos. No se olvidó de enumerar una serie de desventajas que en su opinión afrontaría México por entrar en el Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos. La ofensa a los mexicanos pasó por una reacción de justa ira, retiro de embajador mexicano y una carta del gobernante cubano pidiendo disculpas a los niños mexicanos, con aquello de donde dije Diego, dije digo y como siempre, el culpable del malentendido era la prensa que distorsionó las palabras. A Zedillo le recuerdan en Cuba por no haber permitido el ingreso de Cuba en el Acuerdo de San José, donde los países del área se benefician de bajos precios en el petróleo. A pesar de las insistencias de Hugo Chávez, siempre en ayuda del Comandante, para que La Habana participara en los acuerdos, la voz y el voto de México se impusieron. Por la izquierda, es decir, fuera del tratado, el teniente coronel venezolano corría a firmar un tratado aparte con Cuba.
Vino la X Cumbre en Panamá y el proyecto de resolución contra el terrorismo de ETA, al que Castro se opuso, y la explícita declaración de Ernesto Zedillo de poner a votación la propuesta de El Salvador, aunque no existiera el consenso debido a la negativa de Cuba. La discusión entonces de Castro fue con el presidente Flores, pero la iniciativa por la que Castro quedaba como un paria la llevó a debate México.
(Segunda Parte)
Llegó entonces la era del PAN, de Fox y lo que parecía imposible en México - el fin del PRI, de su dictadura, de sus trastadas electorales. Fidel Castro asistió de manera consecutiva a las últimas tres tomas de posesiones en México, incluidas la de Vicente Fox.
No tardaron en La Habana comprender que ya el modelo de gobierno y relaciones que habían practicado hasta el momento era diferente. La cartera de relaciones exteriores fue a manos de Jorge Castañeda, un profundo conocedor de la izquierda, de su teoría y práctica. Militó en ella, buscó sus fundamentos y como toda persona sensata, se desencantó y la denunció. En Cuba no le perdonaron nunca que precisamente Castañeda hubiera expuesto el tema cubano dentro del contexto de exposición de una izquierda totalitaria, intransigente e involucionista. No hay conferencia de prensa de las autoridades cubanas relacionadas con México, donde se insulte al ex canciller. Aquellas palabras de Castañeda, dichas en Cuba de que “dejaron de existir las relaciones de México con la Revolución cubana y han comenzado con la República de Cuba” al propio Castro le parecieron enigmáticas y extrañas, sin comprender que “la postura mexicana de hoy no es la postura del pasado”, como recalcó el ex canciller. Vino la reunión de Fox con los opositores y disidentes cubanos. Después las declaraciones en Miami de tener las puertas abiertas, en el buen sentido de la palabra, de la embajada para todos los latinoamericanos y el gobierno cubano organiza una estampida hacia el interior de la sede diplomática mexicana que todavía no se sabe cómo ha terminado, ni dónde están los allí detenidos, o si fueron sancionados, si pasean por La Habana o están premiados. Vino Monterrey la famosa salida de Castro apresurada por el presidente Fox con ya una frase política de Comes y te vas, sumada al destape de las cintas grabadas de la conversación entre los gobernantes de Cuba y México. El entonces embajador en Cuba, Ricardo Pascoe, quien siendo del PRD, fue el embajador del PAN por dos años en la Isla, recientemente publicó un libro donde señala a Castañeda como el autor del enfriamiento en las relaciones, pero es con la partida de Castañeda de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que siguen las diferencias.
En La Habana se toman muy en serio las resoluciones de violaciones de derechos humanos. Sin dejar entrar a un relator al país, sin permitir que la opinión pública tenga constancia de la situación, pretenden que se de por dado el bienestar en esa materia. Hace ya más de una década que se le pide a Cuba, de forma muy diplomática, que abra las puertas de las penitenciarias a la misión internacional, nada más. Pero eso es demasiado, consideran en Cuba. En la última votación, los mexicanos, junto a varios países latinoamericanos votaron a favor de una resolución que preparó Honduras, El Salvador, Nicaragua, etc. y donde todos los países del Hemisferio la apoyaron o se abstuvieron, pero ninguno lo hizo en contra.
Y vino la furia del gobernante cubano, en un acto de soberbia. Las declaraciones de Castro el pasado primero de mayo indignaron a los mexicanos, como ya lo había hecho cuando el incidente de Mickey Mouse. Retiran a la embajadora Roberta Lajous, le dicen al diplomático cubano Jorge Bolaños que abandone Ciudad México, junto a otro enviado cubano de la misión y denuncian las actividades de dos miembros del aparato partidista cubano que visitaron México en labores nada agradables para las autoridades. Los funcionarios del Departamento América, José Antonio Arbesú, quien es su jefe y Pedro Miguel Lobaina. Ambos por más de tres décadas se han dedicado primero a crear “muchos Vietnam” que decía Ernesto Guevara, y después a promover a través de las elecciones a gobiernos que tengan en La Habana un aliado. Arbesú heredó las tareas que realizó Manuel Piñeiro. Siempre más dedicado a las labores de inteligencia que diplomáticas. Pedro Lobaina secundaba la oficina de prensa de Cuba en Chile bajo el gobierno de Allende, entró en Managua el 19 de julio junto a las huestes sandinistas y su perfil profesional ha sido el de motivar la llegada de la izquierda al poder.
Ahora en México la izquierda está profundamente dividida, tiene ahora que cada uno de sus bandos busca en La Habana un aliado. Cuauhtémoc Cárdenas estuvo recientemente dando una conferencia en la Universidad habanera, junto a su hijo Lázaro, actual gobernador de Michoacán, casado éste con una cubana. Los enviados de La Habana buscaban entrelazar las diferencias, ponerlas a un lado, como hicieron en la década de los setenta con la guerrilla salvadoreña y pavimentar el camino del PRD hacia Los Pinos.
Pero el gobierno actuó con serenidad y firmeza. Debemos gritar entonces Viva México y compartir con ellos esos días del calendario que celebran, como el pasado 5 de Mayo o el venidero 16 de Septiembre. Lo mismo con una Corona en la mano, cantando corridos, o acompañando a los mariachis en Señor Frog´s de Coconut Grove - aunque al menor descuido de parqueo en la zona te lleve la grúa el auto. Recordemos lo bueno que México nos ha dado y digamos Gracias.
Nota: Este texto fue publicado originalmente en dos partes, en el Diario Las Américas, los días 5/8/2004 y 5/15/2004. Agradecemos la cortesía del autor.
Álvaro Alba (Cuba, 1963) Vivió en la URSS, luego en Ucrania y Rusia, y ahora en Estados Unidos. Llegó a Odessa en 1982 donde consiguió el Master en Historia. A tenor con la “perestroika”, fue uno de los organizadores del grupo de jóvenes cubanos que se pronunciaron contra el régimen de La Habana en Moscú. Escribió para la prensa independiente de Ucrania y fue asistente en la corresponsalía del madrileño diario ABC en Moscú. En Miami trabajo en Radio Mambí y la revista IDEAL. Sus artículos sobre la historia y política de la URSS, ahora Rusia y Europa del Este se publican en diferentes países y es frecuente panelista invitado en programas de radio y television sobre el tema. Tienen una columna semanal en Diario Las Américas hace más de una década y desde 1998 es periodista de Radio y TV Martí. Publicó en Madrid el libro Almas Gemelas (2002), un análisis comparativo entre Iosef V. Stalin y Fidel Castro. Ha sido productor, guionista e investigador de los documentales POW en Vietnam, Bahía de Cochinos: En Nombre de la Libertad, José Antonio Echeverría: 50 años y Frank País: Vida y Muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario