miércoles, 4 de enero de 2012

MANDRÁGORA (y otros poemas) / Pedro Marqués de Armas

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(Mandrágora)
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En el borde interior de la frontera, que otros prefieren llamar callejón sin salida, —B. se mató.
Claro que todas las fronteras son mentales, y en el caso de B. mejor sería hablar de dos.
De modo que B. se mató entre el borde interior y la cresta de un pensamiento que ya no se le desviaba.
Para catapultarse, tomó aquellas raicillas de un alcaloide que había clasificado, y, echándose sobre el camastro de trozos fusiformes, al fin encontró lo que buscaba: calle de una sola dirección en la que todos los números están borrados, y los blancos pedúnculos mentales se desvanecen en una materia de sueño.
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CLARO DE BOSQUE (semiescrito)
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las puertas se abren hacia
dentro y
con horror infinito
hacia fuera los pensamientos
pienso
en una escritura intensidad
pero no es escritura la palabra exacta
(exacto es claro de bosque)
ni siquiera la que más se aproxima
ya que
ninguna palabra es tan intensa
para ser escrita
en el horror infinito de unos caracteres de tierra
el cerebro desenterrado
de esas tierras al margen y
sin embargo
en algún punto o claro de bosque
calculado
(en la cabeza)
aunque el término punto también inexacto
y aún, todavía las rayas excavan
cada uno de esos puntos dispersos
(pilar de lengua viva)
los caracteres se desprenden
al simple roce de las manos
así también la tierra
al borde de ciertos farallones o mantos de pizarra
ininterrumpidamente hacia
dentro y
con horror infinito
con (más) horror infinito hacia fuera luego
campos
cabezas
molinillos organillos en Mandelstam,
Nietzsche (¡que crujen!)
y ahora
en la nunca espectral y absorbente cabeza de este Bernhard
con intensidad cada vez más creciente
más sin salida
hacia dentro y
fuera
lo mismo hacia la intersección
entre una idea, clara
de suicidio (sostenida a lo largo
de una existencia todo ella entregada al suicidio)
y el acto
al abrirse la puerta en la sima
—sismática
con fondo de hueso gris y libre
de todo resto de tejido humano
«allende los humanos»
así en las minas al aire libre de Serra Pelada
400 kms al sur de Belén
donde los humanos
(moléculas rientes de negror corredizo)
han sustraído
en un corte sagital
la órbita de un ojo infinitamente horrible
semiescritos
emergen de la mina y
la tierra (pilar de lengua)
escala los bordes
reproducen el movimiento (ardoroso)
de la masa (de tierra)
que no va a ninguna parte
ningún pájaro atraviesa el aire libre
de estos yacimientos
el cielo ha perdido su convexidad característica
y, además
su oficioso —y noble— speculum
como si en estas minas de oro
400 kms al sur de Belén
se hubiera operado ya
en la intersección
el corte sagital del cerebro
de manera
que
la cabeza y el ojo
el ojo y la cabeza y
así los campus (de ojos) y los campus (de cabezas)
expresen la superficie
(ya,
exclusivamente
extirpada)
o sólo es,
exclusivamente,
el fondo de la mina
en uno y otro sentido no debemos ceder
en la intensidad
así Bernhard
con horror infinito
ante el claro.
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AUNQUE DISIMULADO
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aunque disimulado
por esa flor blanca
(plumeria)
que rendía su sombra
aunque disimulado
viste
en la techumbre de la nave
un hueco
y, alrededor
como dormida
la misma gente
(gente de 1844)
abriendo la tierra
con mandíbulas
reciamente
con el ángulo facial de Camper
y pensaste
un hueco
un hueco
un hueco
cuán profundo
aunque disimulado
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PEDRO MARQUÉS DE ARMAS: La Habana en 1965. Ha obtenido el Premio de Poesía Julián del Casal, de la UNEAC y el Premio de la Crítica. Integra el grupo Diáspora(s). Ha publicado: Fondo de ojo (1988), Los altos manicomios (1993), Fascículos sobre Lezama (1994) y Cabezas, 2002. Reside en Barcelona.
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