miércoles, 20 de enero de 2010

ELOGIOS A LA NADA

.Puede que estemos pagando, con una larga cadena de equívocos, que dura ya más de un siglo y pareciera no tener fin, el equívoco genésico que sembrara José Martí, como una banderilla en el lomo de la poesía cubana. Escribía el maestro en el prólogo al libro Los poetas de la guerra (Nueva York, Patria, 1893): “Su literatura no estaba en lo que escribían, sino en lo que hacían.” Nos pone el poeta frente a los ojos el argumento que hemos de usar para negarle razones, reafirmándose en él con todo el peso de su prosa enorme. Ya en unas líneas anteriores se había referido a estos versos, escritos “en los días en que los hombres firmaban las redondillas con su sangre", haciendo ridículo énfasis en una imagen del arsenal simbólico romántico; para por fin aceptar que “rimaban mal a veces” e inmediatamente descalificar a todo el que así los viese argumentando que “sólo pedantes y bribones se lo echarán en cara: porque morían bien.”
¿Quien recuerda o lee hoy a “Miguel Jerónimo Gutiérrez y Antonio Hurtado del Valle, y José Joaquín Palma y Luis Victoriano Betancourt, y Antenor Lezcano y Francisco la Rua, y Ramón Roa", como no sea un estudioso, o alguien para constatar cuán mal rimaban (escribían) realmente? ¿Cuántos que no “murieron bien”, en el decir de Martí, son hoy lectura obligada? Juan Clemente Zenea, sobre quien pende la duda de la traición, que ni siquiera Cintio Vitier pudo borrar en su afán de rescatarlo para el panteón de los héroes, es un ejemplo de la inutilidad de los argumentos extraliterarios a la hora de sustentar el merecimiento de los simbólicos laureles.
No hay que olvidar los falaces ataques desde Lunes de Revolución a los autores de Orígenes, en que se disfrazaba de "lógico conflicto generacional" una crítica encausada en parámetros extraliterarios y se justificaba el resentimiento, la devaluación artera, mezquina y la falta de obra y talento para hacerla (como demostraría el tiempo en muchos casos), escudándose en “el interés público". Tal es el caso de Baragaño, que se suicida poéticamente, ahogado en el lodazal de la retórica revolucionaria, o del olvidable César Leante, que exhibiendo una precariedad multifacética afirmara: “Muchos de nosotros no tendremos una obra, es verdad. Pero, ciertamente, la que poseen la generación de Orígenes está a distancias estelares de ser modelo para otras generaciones."(1)
La lista sería larga, de casos similares en que se pretende ir a buscar fuera los que no se encuentra dentro, pero en tal trance, resulta insoslayable la habilidosa salida de Roberto Fernández Retamar en el prólogo a Desde mi altura (Editorial José Martí, 2001) de Antonio Guerrero, el “héroe poeta", juzgado, hallado culpable y condenado en el 2001 a prisión perpetua por espionaje en los Estados Unidos. Escribe Retamar, con evidente intención de no meterse en aguas muy profundas y eludiendo comprometer opinión propia en causa de tan poco valor, “…me vinieron de inmediato al recuerdo: "Los poetas de la guerra"(…), que prologó José Martí…", y siguiendo la pauta martiana, útil en grado sumo, cede una vez más a la tentación de descalificar, como Martí, a quien pudiese juzgar su dejadez de la lealtad a la literatura para privilegiar intereses subalternos.
Pero no sólo se abona el cardo desde el poder, se trenzan muérdagos por laureles en los rincones de la iniquidad personal cada día, cada hora. La historia de la literatura cubana está llena de elogios de la pequeñez, de la intrascendencia, de la falta de talento agazapada detrás de la ausencia de pretensiones, de la libertad de expresión, o de ser sencillo o auténtico. Bajo este proceder, podría justificarse cualquier cosa. Podrían acuñarse argumentos ad hoc para reconocer dones líricos a un batracio, transfigurándolo, melena y espadín incluidos, en un docto príncipe renacentista. Ser un hombre entraña la grandeza (basta de falsas modestias rastreras) de reconocerse parte de una civilización que se levantó definitivamente de la tierra en que intercambian venenos las alimañas. Ser poeta puede incluir un grado más de responsabilidad, pues hacia él han de volverse los hombres, descreídos de dios, del poder, y de la existencia, en busca de una palabra, la primera o la última, no importa, que les aliente para no retroceder a la miseria en que sobreviven las bestias.
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(1) Duanel Diaz, Los límites del origenismo. Editorial Colibrí 2005, página 193..

7 comentarios:

Unknown dijo...

Querido Heriberto:
Esto deja claro una responsabilidad que asumes, y por la que pocos se preocupan, en cuanto a las omisiones, los olvidos de la historia patria literaria.
Jodido Martí con esas palabras, consigna que después tomaría el Otro para decir que el Arte es un arma de esa basura que ha levantado en Cuba.
Eso es, los argumentos extraliterarios, que tanto padecimos en Cuba, lástima, de nuevo que el Maestro cometiera esta pifia, y otras, pero al fin era un ser humano, con sus yerros de ser humano.
A Orígenes le echó César Leante, pero éste, como dices, es olvidable, o al menos sus opniones.
Vaya,para ser justo, yo también, en los primeros años de la década de 1970, me fui con la de trapo; creo que es de hombre reconocerlo.
Toda esta parafernalia, ya ves, está atacada nada más y nada menos que por F. Engels, cuando en uno de sus ensayos advertía que la creación literaria tenía que ser buena antes que todo, y después estaría lo del ideario del creador, y sumaba que si la mano del autor se veía en el texto literario, éste quedaba descalificado. Ya ves.
Tienes razón: hemos olvidado a los poetas que citas, lástima.
Gracias.
Un abrazo:
Félix Luis Viera

Mabel Cuesta dijo...

Querido Heriberto: del arte y la literatura como armas de fuego se ha hablado bastante, no siempre acertadamente. No lo creo equivocado por otra parte, la poesía es un arma, se sabe.
De los que han intentando ponderar la circunstancia política por encima del arte en sí mismo, sus formas y visiones, hay algunos excusables, otros excusados... Pero de hacer poeta en cinco minutos al patético espía que nunca pasó del versito escolar escrito en la libreta y más tarde haya que aguantar al autor de Calibán haciéndole el jueguito, salvando de paso su pellejo, ya esa es nuestra miseria, nuestra tragedia nacional repetida hasta el delirio. Martí en su pasión de patria, al menos ponía su hambre y exilios por delante.
gracias por la entrada y largo abrazo,

Manuel Vázquez Portal dijo...

Querido Heriberto:
La poesía –el arte en sentido general- cuando se juzga bajo preceptos de evento social cobra valores que por ser extraestéticos resultan muy efímeros, cuando no hipócritas, y siempre dejan la acre sensación de manipulación proselitista.
Martí era un lisonjero estético y un hábil conspirador político. Muchas veces puso su elevación estética en función de fines políticos, que si en él cobraban dimensión de arte, más tarde devinieron refugio para medianías estética y políticas. El peso de sus opiniones estética- la mayor parte impresionistas- se sobrevaloraron, y hasta idealizaron en las Repúblicas (la democrática y la totalitarista) con fines diferentes.
Martí buscaba la unidad para un acto grandioso: la independencia; los teóricos de ambas República, sólo pretendían acarrear acólitos para sus devaneos políticos, ya sin la épica legendaria y sin la impronta que se alza del artista verdadero.
Del mismo modo en que Martí lisonjeó-diríase irresponsablemente y sin tener en cuenta que con el peso de su palabras él mismo sería manipulado- dio pábulo para que sus lisonjas fueran usadas con otros fines menos loables que los que a él impulsaron. Deslindar entre lisonja social, con objetivos puramente sociales, y exégesis artística es valioso en tanto que la obra en función social fuera valiosa, de lo contrario no hay razón para hacerla reflotar del olvido que siempre merecieron y merecerán las actuales y venideras.
Una abrazo

Manuel Sosa dijo...

Los versos de Antonio Guerrero han sido alabados por su "sensibilidad y valor". Además, por su "urgencia y desnudez".

Así nos hicieron estudiar a los jóvenes poetas de la "Generación del Centenario". Y aquel poema del Che:

Vámonos,
derrotando afrentas con la frente
plena de martianas estrellas insurrectas...

Por otra parte, aquí también tenemos libros que son alabados por su "sencillez" (y no por otra cosa) y porque la trascendencia no está en la mirilla del autor. Y no otra cosa.

Esto da para debatir bastante. Gracias.

Ruben A.M. dijo...

¡Y la ginebra, Heriberto, te faltó la ginebra!...
Qué bien que miras.
Abrazos.

Heriberto Hernández Medina: dijo...

Estimado Félix Luis, no es que yo lo asuma, porque nadie puede saber que verso o que autor será legitimado por el tiempo, pero si asumo que en el acto de escribir hay un grado de responsabilidad que hay que observar.

Igual que el “morir bien” no hizo mejores poetas a los “poetas de la guerra”, estimada Mabel, tampoco hubiesen engrandecido a Martí “su pasión de patria” ni “su hambre y exilios”, si no fuesen sus versos todo lo grandes que un hombre puede imaginar . Gracias por tus palabras.

Manolos, ambos, ustedes saben de estas cosas. Saben de la efímera vida de un verso que necesita de algo más que las palabras que los constituyen para rimar con algo. Saben de la dificultad para encontrar la poesía en los garrapateos pálidos de aquellos a los que tiene el crítico que ponerle los atuendos de poetas como si de una escafandra se tratase. Salvo Rubén Martínez Villena o Pablo de la Torriente Brau, de indudable talento, abundan los ejemplos de escritores fabricados por las circunstancias: Raúl Gómez García, Frank País, los hermanos Luis y Sergio Saíz, etc; para no hablar de la multitud de libros horribles premiados y publicados en los setenta.

De Miami, amigo Sosa, no se puede decir que hayan pasado los tiempos en que se daba lugar a lo falso o se exaltaba lo vano. Puede uno aún encontrarse en algún sitio, no muy a menudo por suerte, a alguna de esas versificadoras que Reinaldo Arenas llamara “poetiesas”, que como una curiosidad (y una vez, ya lo hice y no he de repetirlo) vale la pena escuchar. También, como bien señalas, resurgen los enmohecidos argumentos acerca de la valía literaria de ciertos textos por lo que llaman "sencillez", que en fondo no es más que pobreza, precariedad en el uso del lenguaje y falta de talento. Claro que “esto da para debatir bastante”, pero para eso hace falta tener interlocutores válidos, y por ahora lamentablemente, pareciera que las voces sosegadas y pensantes no se escuchan en medio de la vocinglería vacía, la algazara insípida e insultante, la charlatanería iletrada y la trápala acéfala.

De la ginebra, Rubencito, bueno, me tomaré un Gin & Tonic por los amigos de Matanzas.

Unknown dijo...

Hermano Heriberto:
Lo que quise decir (parece que no me expliqué bien) es que asumes (te involucras) en un asunto peliagudo, el cual hemos olvidado, o han olvidado tantos.
De acuerdo con lo que dice Maanuel Vázaquez Portal: "Deslindar entre lisonja social, con objetivos puramente sociales, y exégesis artística es valioso en tanto que la obra en función social fuera valiosa, de lo contrario no hay razón para hacerla reflotar del olvido que siempre merecieron y merecerán las actuales y venideras", he aquí el quid del asunto, en mi opinión. Y con Manuel Sosa:"Esto da para debatir bastante".

Un abrazo:
Félix Luis Viera